Zapatos ajenos


Me pondré en los zapatos de los demás

Cada día que pasa veo el peligro, para mis amados o mi persona, de perder la salud, me aterra no poder tener todo lo necesario a la mano que permita disfrutar de las bendiciones que el Señor me otorga.

Pero, ¿hemos pensado en realidad cómo la pasan aquellos desconocidos que por tiempo, llevan padeciendo alguna enfermedad? No basta con decir “lástima” si los vemos subir en un transporte público en condiciones físicas lamentables, o quienes llevan tiempos hospitalizados sin contar con las medicinas o tratamientos que requieren. Sin embargo, es probable que estemos al tanto de esa realidad y a pesar que nuestra intención es amarnos unos a otros, solemos pasar por alto las oportunidades de mitigar el sufrimiento de los demás.

Esta encrucijada mundial donde los hijos de Dios también somos parte, no deja de ser apropiada para practicar la empatía que abre la puerta a la compasión. 1 Pedro 3:8 dice: “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables…;” Tengamos siempre a la mano más de un insumo o material que podamos regalar y permita ayudar al prójimo con la debida oración o palabra de aliento. De esta forma sufriremos el dolor ajeno y podremos ponernos en los zapatos de aquellos que han perdido la salud.

Claro que nos toca cuidarnos, sin duda, pero al mismo tiempo debemos estar dispuestos a dar una mano al prójimo, tal como nos enseñó nuestro amado Jesús. No tengamos temor, solo usemos la armadura de Dios.

Para los creyentes en la Palabra sagrada no hay casualidades sino causalidades, que provienen de la desobediencia y falta de amor. Este es un momento propicio para que si se nos presenta una oportunidad de mostrar el amor de Cristo no la dejemos pasar. También debemos leer la letra chiquita, pues el Señor permite condiciones para que le busquemos la salida a los túneles por muy largos que sean. Recordemos que nos está ejercitando para el futuro.

Es momento de actuar así: “Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran” (Romanos 12:15), ya que seguimos en nuestra carrera de aprendizaje que no termina nunca hasta que nos toque partir y dar cuenta de todo lo que hicimos.

Alguien me dijo una vez que la manera más fácil de no pensar en mis problemas del momento era pensar en los de los demás. Lo puse en práctica y toda mi agonía disminuyó hasta que desapareció. Tener al Señor Jesucristo en nuestro corazón y haber recibido dones del Espíritu Santo nos permite ponerlos en práctica, y así desarrollarlos durante nuestro largo camino, para la gloria de Dios.

Dilis de Sánchez