En un ambiente lleno de depravación moral y presiones socioeconómico, el apóstol Pablo dio a los corintios palabras de aliento firmes acerca de las pruebas. Dijo: “Las pruebas que ustedes sufren son iguales a las que sufren todos los demás. Pero pueden ustedes confiar en Dios, pues él no dejará que tengan más pruebas que las que pueden soportar. Por el contrario, cuando venga la prueba, entonces Dios les dará también la manera de salir de ella, y así podrán soportarla.” 1 Corintios 10: 13 (Versión Popular, “Dios llega al hombre”)
Los cristianos todavía estamos de viaje hacia la eternidad donde las pruebas y el peligro acechan. Las pruebas son parte de la vida cristiana, ya que cumplen con un propósito determinado por Dios: Es en las pruebas que los cristianos logran la madurez espiritual y consolidan su fe en el Señor. En este proceso, Dios provee una salida a las pruebas para que no se conviertan en destrucción espiritual.
Pablo nos da una advertencia para nosotros hoy, en el sentido de que el cristiano nunca debe presumir de no pecar ni de tener excesiva confianza en sí mismo. Alienta a los creyentes a no caer en ninguna de esas actitudes. En el versículo 12 les dice: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga,” y luego en el versículo 13 alienta al temeroso con las palabras que se mencionan al comienzo de este escrito.
Hay que evitar estos dos peligros:
1) Nunca se debe presumir de tener un mayor concepto de sí mismo más de lo que debe pensar. Más bien debe pensar de sí mismo con sentido común, con humildad, con juicio espiritual. Es importante tener una correcta autoestima porque algunos pecan por falsa modestia o tienen en poco su verdadera identidad cristiana; por otro lado, otros se sobreestiman cayendo en el pecado del orgullo. Los dos extremos no agradan a Dios. (Romanos 12:3).
2) Nunca se debe caer en el peligro de ser víctima del miedo. Quién dice: “Jehová es mi pastor”, también debe añadir ” y nada me faltará” (Salmo 23). El cristiano temeroso, inseguro de su fe, corre el peligro de fallarle a Dios.
Por tanto, hemos de vivir confiadamente en el Señor. El que cree y tiene a Jesucristo como su Señor y Salvador, Él le concede los beneficios descritos en 1 Corintios 10:13.
E.D.A.