
Desde la niñez, a todos nos ha fascinado el relato de David y Goliat. ¡Qué contrastes tan grandes hay entre ambos! Goliat, el orgullo del mundo; David, la humildad del creyente. David no actuó en sus propias habilidades, sino en su confianza en Dios. No podía pelear con una armadura que no era la suya, tenía que hacerlo con la armadura de la fe. Salió con la túnica de pastor, una honda y unas pequeñas piedras, pero “en el nombre de Jehová de los ejércitos”. Salió con cinco piedras, y volvió victorioso con cinco, no con cuatro, la quinta estaba alojada en la cabeza del gigante de los filisteos.
La historia de David y Goliat es familiar y lleva consigo muchas lecciones prácticas para la vida cristiana. Todos enfrentamos gigantes de una clase u otra, pero podemos vencerlos, “porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”, 1 Samuel 17: 47. Cualquier enemigo, visible o invisible, humano o espiritual, gigante o pequeño, físicos o psicológicos, con la Palabra, la fe y la oración son vencibles, “porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”, 1 Juan 5: 4.
Los cristianos no luchamos solo por la victoria; luchamos desde la victoria, la victoria ganada por Cristo desde la cruz. Cristo quitó el poder al imperio del diablo despojándolo de la esclavitud del pecado, de la muerte y del infierno. ( Colosenses 2: 13-15 ).
David le dijo a Goliat: “…Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos”. 1 Samuel 17: 45, 47. Goliat acudió a la batalla en su propio nombre y en sus propias fuerzas; David lo hizo en el nombre del Señor. “Y todo lo que pidiereis al padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis (al Padre) en mi nombre, yo lo haré”, Juan 14: 13, 14.
¿Está usted enfrentando un “gigante”? ¿un problema gigante? ¿cómo se llama? De seguro que no se trata de un “Goliat” como el que tuvo que enfrentar David. Pero ese gigante que tiene un nombre para usted, está llamado al fracaso si cuenta con el Señor. Recuerde: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”, Romanos 8: 31.
Mirar las circunstancias adversas o imposibles desde el punto de vista de Dios nos ayuda a poner toda nuestra confianza en Él. Cuando lo hacemos, Dios peleará con nosotros, y seremos más que vencedores.
El gigante Goliat, las críticas de la gente, las condiciones físicas del pastorcillo, la armadura material no pudieron detener a David. Mientras que el resto del pueblo permanecía paralizado, asustado; David reconoció la importancia de actuar “en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel”.
Peleando junto con Dios, no hay razón para temer. Puede ser que ciertas enfermedades malignas, burladores de la fe, noticias alarmistas humanas y religiosas nos golpeen el ánimo y pretendan apartarnos de la fe y la esperanza en Cristo, pero usted debe continuar haciendo lo que sabe acerca de Dios, de las Escrituras y de la oración.
E.D.A.