Cristo sufrió por nuestro bien. Por el bien de toda la humanidad. Se despojó de su vida física para vestirnos con la bondad de Dios. Este Varón de dolores lo despreciaron, rechazaron y mataron. ¿Usted lo rechaza, lo olvida, o lo ignora? ¿O lo acepta?
No tenemos palabras para describir lo que las Escrituras dicen acerca del sacrificio de Jesucristo por nuestros pecados. Cada porción bíblica acerca de su muerte parece destilar rojas gotas de la sangre del “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, Juan 1: 29. “Pecado del mundo” significa el pecado de todos, el de cada individuo, el suyo y el mío.
Los pensamientos más profundos de la revelación de las Escrituras acerca del sacrificio y muerte de nuestro Señor se encuentran en el Salmo 22 e Isaías 53 . ¿Qué otra cosa nos queda por hacer, más que alabar a Dios por este Varón de dolores, por haber llevado sobre sí la carga de nuestros pecados?
Nuestro credo, nuestros principios y valores, nuestra fe y esperanza se encuentran en los acontecimientos del monte Calvario. Al pie del monte Sinaí (los diez mandamientos), observamos estruendo, relámpagos, alarmas encendidas y un monte que humeaba (Éxodo 20: 18); en el monte Calvario, más específicamente en la cruz de Cristo, encontramos el corazón de Dios amándonos y perdonando nuestros pecados.
¿Por qué un hombre inocente como Jesucristo sufrió tan terrible muerte en la cruz? La Biblia explica el porqué: Tomó el lugar de los pecadores y llevó el juicio divino en lugar de nosotros. Ningún sufrimiento físico y ninguna muerte humana son nada comparados a los de Cristo. Cuando el mundo o los hombres nos tratan injustamente (y lo harán debido a que seguimos a Cristo), debemos glorificar al Señor sometiéndonos a su voluntad.
La muerte de Cristo no fue un ejemplo moral, una lección de humanismo, ni una demostración de valentía; fue una ofrenda de amor por el pecado de todo el mundo. Murió en nuestro lugar. ¿Significa esto que el Padre se regocijó por los sufrimientos y muerte de su Hijo Jesucristo? No. Pero sintió complacencia, le agradó ver la obra de salvación completa hecha por su Hijo Unigénito (Juan 3: 16). Ahora, el Dios Santo, puede en su gracia y misericordia, salvar a los pecadores inmerecedores de tanta bondad divina.
Apreciado lector, tome conciencia de estos versículos: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Juan 3: 14-16. Todo el Evangelio se centra en estos versículos. Dios pagó con la vida de su Hijo, el más alto preció que se puede pagar por nuestras vidas. En Cristo no hay enfermedad, hambre, enemigo, demonio ni pecado que nos prive de la vida eterna. (Romanos 8: 31-39).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”, Juan 5: 24.
E.D.A.