El capítulo 53 de Isaías nos lleva a la cruz de Cristo (vv. 1-8), al sepulcro (v.9), resurrección (v.11) y la recompensa concedida por el Padre (v.12).
En el siguiente cuadro queremos pensar en la resurrección y glorificación de Cristo. Veamos: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pescadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orando por los transgresores”, vv. 10-12.
No tenemos palabras para describir estos dorados versículos de la victoria de Cristo sobre la cruz, la resurrección y Su glorificación. Creemos y alabamos a Dios por la revelación de esos acontecimientos en su Santa Palabra, por los relatos de los profetas, evangelistas y apóstoles bíblicos; pero también porque el mismo Resucitado ha venido a nuestro encuentro a través del Espíritu Santo.
Con Su resurrección, Cristo ha cambiado en auroras todos los ocasos de nuestra vida. Con su resurrección todo resucita en la vida del creyente. “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”, dijo el mismo Señor Jesucristo, (Juan 14: 19). En esto consiste el gran fundamento de la fe cristiana. La mayoría de la gente muere para ser enterrados y no tienen la certeza de lo que les pasará en la eternidad; solo una parte, la creyente y seguidora de Cristo, mueren para resucitar con Él. (Colosenses 3: 1-4).
¿Qué podemos decir ante tanto amor de Dios? ¿cómo respondemos a las ideas contrarias y a la manera de pensar del mundo? ¿se ha rendido totalmente usted en cuerpo, alma y espíritu al Cristo resucitado, o es uno de los que celebra la “semana santa” (la mal llamada semana santa, porque es todo menos santa) despojándola de todo significado espiritual?
Cristo sufrió y murió por nuestro bien, llevando nuestros pecados para hacernos aceptos a Dios. ¿Qué podemos decir ante tanto amor? ¿cómo le correspondemos a Él siendo creyentes cristianos?
El versículo 9 bien podemos interpretarlo de esta forma: “Nicodemo y José dispusieron su sepultura (la de Cristo) juntamente con los muertos impíos, mas Él fue rico en su sepultura y resurrección”
¡Qué ejemplo para nosotros lo hecho por Nicodemo y José cuando nos sometemos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador! Dios utilizó a esos creyentes, dos miembros del Sanedrín religioso, para que sepultaran el cuerpo de Jesús. De otra manera, el cuerpo del Señor, probablemente, hubiera sido arrojado al basurero fuera de Jerusalén.
Nicodemo y José conocían las Escrituras del AT, cómo y dónde moriría Cristo. Tenían la tumba preparada con las especias aromáticas para honrar a su Salvador. José compró la propiedad cerca del Calvario para poder cuidar del cuerpo de Jesús rápidamente. Dios le usó, tanto a él como a Nicodemo, para lograr sus propósitos divinos. ¿Es nuestra fe, valor, acciones y audacia cristiana como las de Nicodemo y José? ¿tenemos nuestros corazones preparados para recibir al Cristo resucitado?
Las afirmaciones finales del versículo 11, nos hablan de la enorme familia de creyentes que serán glorificados: “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, llevará las iniquidades de ellos”. Quienes se despojan de sus vidas de pecado se vestirán con ropaje celestial, semejante al de Cristo (1 Juan 3: 2). No hay juicio ni condenación para los que resucitan con Él.
E.D.A.