La hora de la fe


En esta ocasión compartimos el texto de 1 Juan 2: 1, que dice: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

En este versículo el apóstol nos da dos sublimes noticias para el pueblo de Dios, llenas de bondad, en caso de que el cristiano peque o fracase espiritualmente en ciertos momentos de su vida.

La tierna palabra “hijitos”, merece una buena atención: significa “los nacidos de Dios”. Expresa de una forma paternal y afectuosa lo que representamos para Dios. Cuando una persona nace de nuevo, no solo viene a ser hijo de Dios, sino que desde ese momento Dios es su Padre mediante la fe en Cristo, por lo que debemos estar agradecidos por incluirnos dentro de Su familia.

Por cuanto Dios es nuestro Padre celestial no debemos ocultarlo a los hijos de este mundo. La gente debe conocer nuestra condición espiritual. Debe saber que un hijo de Dios tiene normas y estilos de vida diferentes a los que pasan por alto al Señor Jesucristo como su Salvador.

La gran finalidad de la vida cristiana es tener relación con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. Dios valora lo que el mismo apóstol dice más adelante: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, vv 15-17.

Al mismo tiempo, Juan nos dice: “Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Los “Hijitos” que se sienten culpables o que hayan pecado Juan les dice que tengan confianza en el Padre. Cuando usted se sienta de esa manera, no pierda la esperanza. Dios es amor. El mejor “abogado” está a cargo de su causa, “… y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él (nuestro Abogado) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, 1 Juan 1: 7-9.

¿Qué más queremos? ¿De qué forma nuestro Abogado nos ayuda en tiempo de necesidad espiritual? Un abogado secular, es uno que acompaña a otras personas en tiempo de necesidad, auxilio o perdón para defenderla. Esto es precisamente lo que el Señor Jesús hace por nosotros cuando pecamos. Él viene de inmediato a nosotros para restaurarnos a la comunión con Dios. Cristo, como nuestro Abogado espiritual, busca ayudarnos al punto en que confesemos y abandonemos nuestros pecados. Recuerde cuando el Señor Jesús perdonó a una mujer adúltera (Juan 8: 1-11), a Pedro (Marcos 14: 66-72), a los soldados romanos que se burlaban de Él (Lucas 23: 34), a Tomás (Juan 20: 25-29). Del señor son estas palabras: “… El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra…”, (Juan 8: 7).

Es maravilloso tener un Abogado, un defensor justo como Jesucristo. El autor de la Epístola a los Hebreos habla de Jesucristo como nuestro defensor por excelencia: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”, capítulo 7 versículo 25. Usted no tiene que buscar otra vía para lograr cualquier perdón, ayuda o salvación que Cristo Jesús ofrece, por cuanto Él vive para siempre para defender a los santos de cualquier error, incredulidad, desesperanza y pecado. No hay peligro de que ningún creyente se pierda. Su seguridad eterna descansa en el poder de la sangre de Cristo.

E.D.A.