La hora de la fe


El singular capítulo 3 de Éxodo (Moisés y la zarza ardiente), está lleno de significado espiritual. Un nuevo día amaneció y todo cambiaría para Moisés y el pueblo de Israel. Cuando esa mañana Moisés salió con su rebaño de ovejas, no tenía idea de que se encontraría con “YO SOY EL QUE SOY”. ¡Vale la pena estar listo, porque nunca sabemos lo que Dios tiene planeado para nosotros!

La zarza ardiente tiene una significación triple. Es un cuadro de la majestad de Dios; majestad, gloria y poder que nunca se consume. Segundo, la zarza también simboliza al pueblo de Dios atravesando el fuego de la aflicción, y que no se consume hasta que estemos en gloria. Por último, la zarza ilustra al creyente, que el mensaje de Dios será un fuego que no podrá ser consumido por el mundo, fuego del cielo para purificación de la tierra y sus moradores. (Mateo 28: 16-20).

Pero aparte de esa significación espiritual triple, hay lecciones que deben resaltarse. Mencionaremos dos. La primera la encontramos en el versículo 5: “Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”.

En la antigüedad el acto de quitarse las sandalias en un lugar “santo” era una manera de manifestar respeto y admiración por alguien que era digno de pleitesía. Lo que hacía “santo” al lugar era la presencia del personaje, y esto ameritaba quitarse el calzado de los pies.

Al acercarse a la zarza que no se consumía, Dios le dice a Moisés: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. Cuando el creyente se acerca a Dios debe tomar una necesaria precaución. Debe hacerlo “…en espíritu y en verdad; porque… tales adoradores busca Dios que le adoren”, Juan 4: 23.

“Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que estás, tierra santa es”, es una metáfora espiritual de temor, santidad, reverencia y sumisión a Dios. Él es nuestro Padre y Amigo fiel, pero además es nuestro Señor soberano. Acercarse a Él de una manera frívola, irrespetuosa, semejante a como lo hacemos con cualquier ser humano, es una falta para con nuestro Dios y Padre celestial, (Mateo 6: 9).

Además de Moisés, Isaías viendo al Señor en el templo, lugar santo, se dio cuenta de cuán impuro era ante Dios (Isaías 6: 5). Se dio cuenta, al igual que lo hizo Moisés en Horeb, que no tenía ninguna esperanza para poder alcanzar el nivel de santidad que Dios requería. Quizás hay quienes piensan que no es necesario tanto protocolo o ceremonial para acercarse a Dios en verdadera adoración, ¡pero están equivocados! ¡Resulta doloroso, por no decir vergonzoso, que haya creyentes tan irrespetuosos ante la presencia de Dios!

¿Se acerca usted a Dios al estilo de Moisés e Isaías? No es cuestión de formas, rituales o tradiciones sino devoción, humildad, confesión y arrepentimiento, por respeto a la majestad de Dios.

En segundo lugar resaltamos el versículo 7: “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias”.

“He visto… he oído su clamor… he conocido…” ¡Qué mensaje de gracia de Dios! Moisés, seguramente, se preguntaba una y más veces por qué su querido pueblo padecía tal tormentosa esclavitud en Egipto. Ahora, en Horeb, pudo oír que Dios no es indiferente a los sufrimientos de su pueblo. Lo mismo lo pudo comprobar Habacuc (capítulo 3).

Nosotros, actualmente, podemos aplicar los versículos 8-10, 14 del capítulo 3 de Éxodo . Dicen: “Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel… El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen… Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.

Dios siempre tiene un plan definido para sacar a su pueblo de la aflicción y llevarlo a una “tierra prometida”. Lo que Dios se propone, lo empieza y lo termina para el bien de su pueblo.

E.D.A.