La hora de la fe


El camino del deber es el camino de la seguridad y la paz. Él nos servirá de estupenda almohada contra los temores nocturnos robadores de tranquilidad, es decir, contra cualquier experiencia o pesadilla aterradora que sobreviene de repente.

En el libro de Proverbios, capítulo 3, versículo 24 al 26, el sabio Salomón dice: “Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere, porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso”.

Es probable que el lector de este escrito se encuentre enfermo en la cama desde hace algún tiempo. O que algo o alguien, digamos hombres perversos y malos, quieran hacerle daño. También puede suceder que la ansiedad y el temor por el día de mañana perturbe nuestro sueño. ¿Qué haremos entonces?, ¿nos incomodaremos? No, volvamos a uno de nuestros versículos: “Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato”.

¿Cómo puede ser esto, acostarse sin temor alguno? Cuando estamos durmiendo no podemos defendernos de nuestras pesadillas, temores, ansiedades, pero el pensamiento puesto en Dios nos guardará durante la noche. Los que se acuestan bajo la protección del Señor, están seguros como las aves en sus nidos durante la noche. Ellas se acuestan bajo la protección de su Creador.

La Biblia tiene muchas declaraciones de gran peso sobre los beneficios de tener un sueño grato. Por ejemplo, en Salmos 3: 5 y 127: 2, el Salmista nos dice: “Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba”. “Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”.

Es verdad, el sueño no siempre se concilia muy fácilmente en medio de una crisis. Uno puede pasar por noches tormentosas, en vela cuando algo nos perturba. Sin embargo, la seguridad de una oración de fe acompañada de una lectura bíblica apropiada y llena de promesas divinas, nos traerá paz, sosiego y descanso mental. Es más fácil dormir mejor cuando lo hacemos pensando en Dios, no en los problemas, enfermedades y enemigos; porque, como dice el salmista: “… pues que a su amado dará Dios el sueño”.

La desesperación nos hace dormir aislados y lejos de Dios. Este es un tiempo cuando más debemos pensar en Dios, cuánto más necesitamos de Su ayuda. Cuando nos abrume un problema, la autocompasión, la irritabilidad o la desesperanza solo incrementará el estrés. El clamor a Dios es en verdad el mejor aliado “cuando te acuestes” con temor.

Si así nos acostamos para dormir o descansar, nos haremos bien. ¡Qué apacible dormía el apóstol Pedro en la cárcel, cuando ni siquiera la luz del ángel logró despertarlo y necesitó un fuerte empujón en el costado para espabilarle! ¡Y eso que estaba sentenciado a morir al día siguiente! (Hechos 12: 6-9). Dios respondió las oraciones de la iglesia de Antioquía mientras aún oraban (Hechos 12: 13-15). El creyente debe ser gente de fe y creer que Dios responde las oraciones de los que le buscan cuando se acuesten, se levanten y se vuelvan acostar al día siguiente.

“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”, Salmo 4: 8. Nada que puedan hacer los hombres, los demonios o las enfermedades impedirán la protección y la provisión divina. Pidamos al Señor en este día que nos afirme en la fe y nos guarde de todo mal. ¡Amén!

E.D.A.