Asumo el presente escrito con temor y temblor, no con miedo ni tampoco con irresponsabilidad, sino como un deber cristiano-pastoral y defensor de la doctrina bíblica y de una iglesia cristocéntrica como la nuestra.
Cuando leemos libros o escuchamos sermones y enseñanzas de líderes, sobre todo de pastores y maestros, debemos examinar el contenido de lo escrito o dicho y no dejarnos engañar con palabras “amorosas” o suaves. Los cristianos que estudian la Palabra de Dios no serán engañados por las palabras suaves de creyentes que contradicen las Escrituras, ya sea por ignorancia o parcialización.
El apóstol Pablo y el apóstol Juan fueron claros con respecto a los pecados de los creyentes que, no sólo pecaron intencionalmente, sino que siguieron y siguen pecando deliberadamente. Pablo escribió: “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros”, 2 Tesalonicenses 3:6. “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”, Romanos 16: 17, 18. (También leer 2 Juan vv. 5-11; Apocalipsis 2: 20, 21).
¡Qué necia puede ser la congregación o el creyente en particular cuando quebranta las enseñanzas bíblicas! Estas advertencias suenan extrañas en los escritos llenos de amor de los apóstoles Pablo y Juan, pero ellos conocían los peligros de las iglesias tolerantes con los pecados de sus miembros y querían advertirles a tiempo. Al igual que ellos, nosotros como cristianos debemos amarnos y perdonarnos unos a otros; pero se debe enfrentar los pecados en contra del Cuerpo de Cristo de acuerdo a la disciplina bíblica. Los cristianos que oran pero no se arrepienten de sus pecados, los que causen problemas y divisiones debido a su pecaminosa inmoralidad, los rebeldes al pacto de la iglesia, no se deben recibir en la iglesia local ni fijar su atención en ellos. Esto no es falta de amor; por el contrario, es para el bien de lo descrito arriba por los apóstoles. Como lo dice Pablo, esto es una forma amorosa de tratar al creyente desordenado espiritualmente para que recapacite, se arrepienta y vuelva a la comunión de los santos. Sin la disciplina bíblica adecuada, los creyentes extraviados moralmente se quedarán para siempre en su pecado. El verdadero creyente debe procurar vivir dentro del Reino de Dios, no dentro del reino de las tinieblas. Este fue el sentir, especialmente, del apóstol Pablo: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? Ciertamente yo, como ausente en cuerpo, pero presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”. 1 Corintios 5: 1-5. “Entregado a Satanás”, significa excluirlo de la comunión de los creyentes. “Para destrucción de la carne”, significa el deseo de que la experiencia fuera de la fraternidad cristiana pueda llevar al ofensor al arrepentimiento ante Dios y la iglesia.
También el apóstol Pablo, en 1 Timoteo 5: 20 y Tito 1: 13, dice: “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman…. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe”.
Pablo dirigió sus palabras a los que querían ignorar y/o olvidar el problema inmoral de algunos hermanos, considerando que no era cualquier pecado, pues para él dichos pecados afectan a todos los miembros de la congregación de Dios. Por supuesto, Pablo no esperaba que todos los creyentes estuvieran sin pecado. Todos los creyentes tienen dificultades con el pecado a diario. Pero hay pecado de “muerte” espiritual (1 Juan 5: 16), que debe ser erradicado de la iglesia y de la comunión entre hermanos en la fe. Esto no significa que no se debe orar por quienes vivan en el reino de las tinieblas de este mundo; por el contrario, deben ser objeto de oración para que se arrepientan y se vuelvan de sus malos caminos al Señor y a Su iglesia.
Preste atención a estas palabras de Cristo: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”, Mateo 18: 15-17. ¡Amor sin disciplina o castigo, no es amor! (Hebreos 12: 3-11). No se debe anteponer intereses personales, familiares o amistades por los de la iglesia local.
Una lectura bíblica y reunión de oración no sustituyen la confesión y el arrepentimiento del pecador que vive en pecado. Los pecados contra Dios no prescriben por el simple hecho del uso de su Palabra y oración, ameritan confesión y arrepentimiento (2 Corintios 7: 9, 10).
Por lo tanto, ninguna pandemia o plaga mortal debería desviar la atención del creyente piadoso y de la iglesia cristocéntrica del deber y compromiso con el Señor (1 Tesalonicenses 5: 19-24). “Porque escrito está: Sed santos, porque yo (Dios) soy Santo”, 1 Pedro 1: 16.
Concluyo este difícil editorial, exhortando a los cristianos que fijen su mirada en Cristo y en sus enseñanzas. Que todos recuerden que el creyente está “edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quién todo el edificio (iglesia), bien coordinado, va creciendo para ser un templo Santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”, Efesios 2: 20-22.
E.D.A.