La hora de la fe


El encantador y hermoso libro de Rut debe ser leído varias veces, ya que describe la vida y el carácter de tres personas y la lealtad de ellos a Dios, aun cuando colapsaba la ciudad que las rodeaba.

Debido al hambre que prevalecía en Belén, Elimelec se trasladó con su familia a los campos de Moab, y en este traslado todo parece indicar que se alejó de la voluntad de Dios. Su nombre significa “Mi Dios es Rey”. Si realmente hubiera creído que Dios era su Rey, se habría quedado en Belén sabiendo que la necesidad nunca podría ser más grande que Dios. Era hebreo, pero ignoraba lo que debía saber: “Conoce Jehová los días de los perfectos, Y la heredad de ellos será para siempre. No serán avergonzados en el mal tiempo, Y en los días de hambre serán saciados”, Salmos 37:18-19.

¡Qué cuidadosos debemos ser antes de dar un paso para mejorar nuestra situación física y económica, sin tener una clara guía del Señor!

Dejando atrás tres tumbas en Moab, Noemí regresó a Belén. Entró en aquella tierra justo al inicio de temporada de la cosecha. ¡Siempre sucede que cuando un alma regresa al pueblo de Dios, encuentra la providencia divina! O cuando un alma como Rut decide unirse al pueblo de Dios, todo cambia en el presente y el futuro de su vida. “Rut” significa “amiga muy íntima” y eso fue ella para su suegra. ¡Cómo se parece aquel momento al de la mujer samaritana, al del malhechor en la cruz del Calvario, al de Saulo yendo por el camino de Damasco! Por la gracia de Dios, por volverse a Él, se constituyeron en amigos íntimos del Señor.

Cuando alguien dice: “Déjame que te cuente de mi suegra”, esperamos alguna declaración negativa o un chiste de mal gusto. Rut, sin embargo, “amiga muy íntima”, amaba a su suegra Noemí. Después que enviudó, pidió a Noemí seguirla a donde quiera que fuera, aunque eso significaría abandonar su tierra, una tierra que para nada era una “amiga íntima de Dios”. Con palabras que brotan del corazón, Rut le dijo: “… No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. Y viendo Noemí que estaba tan resuelta a ir con ella, no dijo más. Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén; y aconteció que habiendo entrado en Belén, toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí?”, Rut 1:16-19 .

Hay muchas lecciones que podemos aprender de este maravilloso libro:

  1. Sin importar cuán difícil sea la situación, si nos sometemos al Señor y le obedecemos, Él hará que salgamos adelante.
  2. Ninguna persona está tan lejos del alcance de la gracia de Dios que no pueda ser bendecida por Él. Rut tenía todo en su contra, ¡pero Dios no la desamparó!
  3. Dios providencialmente dirige a quienes quieren buscarle y obedecerle. De nada sirve enojarse con Dios o ignorarlo, es el único que tiene respuestas y decisiones acertadas para todos los que de corazón le buscan.
  4. Es sabio y beneficioso esperar en el Señor y permitirle que ejecute sus propósitos en nuestras vidas. El creyente no debe apresurarse, debe confiar ciegamente, con fe y esperanza en Dios, porque Él nunca fallará: «Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará”, Salmos 37:5.

No importa cuán devastadora sea la presente situación, nuestra esperanza está en el Señor. Sus recursos son infinitos; debemos creer que Dios puede actuar en la vida de cualquier persona, sea esta moabita o israelita, extranjera o criolla. Lo importante es confiar en Dios. Su amor es lo más grande que podemos tener.

E.D.A.