Se ha escrito y predicado mucho acerca de las experiencias sobrenaturales del apóstol Pablo, al igual que sobre su dolor físico. A pesar de haber sido transportado de alguna manera misteriosa al mundo del más allá, donde vio cosas que la lengua humana no puede describir, tenía la dolorosa certeza de que seguía estando en la carne (2 Corintios 12: 1-10).
Tres veces oró pidiendo ser liberado de esa enfermedad, cualquiera que fuese, pero Dios no se la quitó. Sin embargo, sí le dio Su gracia para soportarla. Si bien no hay un parecido esencial entre la experiencia de Pablo y la de Jesús en el Getsemaní, es interesante notar que ambos rogaron tres veces al Padre celestial para que algo agonizante o muy doloroso les fuera quitado y, en ambos casos, la petición no les fue concedida. Así como el Señor Jesús fue fortalecido en una prueba única y tremenda, así el apóstol Pablo le fue dado ánimo y poder.
Pablo describe la afección física como “un aguijón (estaca) en la carne”. El término significa o denota algo que mortifica y atribuye a Satanás tan grande prueba, como en el caso de Job. Sin embargo, Satanás no tiene más poder que el que Dios le confiere o permite, pues Dios es el único que tiene poder absoluto sobre las fuerzas de las tinieblas. (Véase Job 1: 6-12). Sólo Dios es Omnisciente, Omnipresente y Omnipotente; Satanás no tiene ninguno de estos atributos, Satanás no es omnisciente, ni omnipresente ni omnipotente. Las acciones de Satanás fueron controladas por Dios, (en los casos de Job y Pablo) y sirvieron para su propósito divino. ¡Dios siempre está en control de todas las cosas! (Véase 1 Corintios 10: 13; Santiago 1: 12).
La presencia de este “aguijón” (estaca) era para que Pablo no se enorgulleciera de la visión celestial que había tenido (vv. 1-7). Todo parece indicar que Pablo era una persona muy autosuficiente, así que este aguijón debió ser para perfeccionarlo en el ministerio de la humildad, del servicio y de las limitaciones como un siervo del Señor. Esto lo mantuvo pegado al Señor. Cuando nuestras habilidades, capacidades y dones son sobresalientes o nuestros recursos son considerables, somos tentados a realizar la obra de Dios a nuestra manera, y eso conduce al orgullo.
Hay algunas lecciones muy prácticas que aprender de la experiencia de Pablo con el aguijón:
1. Las bendiciones espirituales son más importantes que las físicas. Pablo pensaba que podía ser un mejor cristiano si se aliviara de su dolor, pero la verdad fue exactamente lo opuesto. Los “sanadores de fe” que predican que la enfermedad es consecuencia de algún pecado tienen mucha dificultad con el aguijón de Pablo, con la enfermedad de Job y de Gayo (3 Juan 2), entre otros casos que muestra la Biblia.
2. La oración sin contestar no siempre significa que es falta de fe. Algunas veces recibimos mayor bendición cuando Dios no responde a nuestras peticiones. Dios contesta la oración que se ajusta a lo dicho por Juan: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”, 1 Juan 5:14.
3. La humildad es fortaleza en Cristo. Cuando nos consideramos “débiles” ante los ojos de Dios, entonces podemos decir: “Todo lo puedo en Cristo…”.
4. Hay abundante gracia en Dios para satisfacer toda necesidad. “Bástate mi gracia”, fue la respuesta de Dios a la oración de Pablo. Sólo la labor y la vida cristiana tiene sentido, cuando nos fortalecemos en el Señor.
Señales, visiones, sueños y milagros por sí solos no siempre prueban que un creyente es un verdadero santo, porque el mismo Satanás tiene ciertas facultades para hacer milagros y señales de gran impacto espiritual (véase 2 Tesalonicenses 2). Cuando la vida y motivos de un cristiano son puros, podemos confiar en cualquier manifestación de la gracia de Dios; pero cuando una vida cristiana no es suficientemente madura, disciplinada y consagrada, no siempre puede conocer y experimentar la plenitud de estas palabras: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”, 2 Corintios 12:9-10.
E.D.A.