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Apocalipsis no es un libro para satisfacer curiosidades, teorías ni denominaciones cristianas. Es, antes que nada, un mensaje que exige obediencia, confianza y esperanza en la vida diaria de cada iglesia local y creyentes en particular. Revela la identidad majestuosa y gloriosa de Cristo, así como alertar y dar fortaleza y esperanza a los creyentes en medio de cualquier crisis. Quienes lo aman se regocijan en todas sus promesas, pero quiénes lo rechazan o ignoran están atemorizados.
El libro comienza con la demanda de guardar: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”, 1:3, y termina con una demanda similar: “¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”, 22:7.
Cristo seleccionó a siete iglesias de entre las muchas del Asia Menor para recalcar su mensaje específico: fidelidad a Él en medio de la apostasía, la hostilidad y la mundanalidad. Las iglesias y los cristianos debemos ser hallados fieles, sabiendo que es la fe, la santidad, el servicio y no la fama, el número ni las reformas modernas lo que el Señor Jesús premia. Cristo, entonces, seleccionó estas siete Iglesias para ilustrar las condiciones espirituales que deben existir en ellas hasta que Él vuelva.
Es de notar que en cada iglesia se pronuncia una palabra especial: “al que venciere” (2: 7, 11, 17, 26; 3: 5, 12, 21). Estos “que vencieren” no se refiere a los “supersantos” de cada iglesia local, a un grupo de miembros con cierto liderazgo, ni tampoco a una megaiglesia que se destaca por sus ministerios, instalaciones, poderío económico o abundantes dones y organizaciones que recibirán privilegios especiales por parte de Cristo, sino a los creyentes fieles y consagrados en cada una de las iglesias locales. No nos atrevemos a dar por sentado que cada iglesia y cada miembro en cualquier periodo de la historia es un verdadero vencedor. No se puede ignorar que un verdadero hijo de Dios es salvo por la gracia de Dios (Gálatas 2: 8-10). Sin embargo, los que realmente pertenecen y aman a Cristo y viven para la gloria de Dios, son los “vencedores” (véase 1 Juan 1: 15-17; 5: 4, 5; Apocalipsis 16: 15; 22: 12). Los que “vencen” son los que tratan de purificarse de un estilo de vida desagradable al Señor y los que están preparados para salir al encuentro de Él. Debemos entender, pues, “al que venciere”, como un llamado a la fidelidad, a mantenerse firmes en la fe, a no temer la tribulación y a perseverar con firmeza en las sendas del Señor.
En el tiempo designado por Dios, el resucitado y ascendido Señor Jesús hará su aparición en la escena del mundo. Entonces todos sabrán que ¡Jesucristo es el Señor del universo! (Filipenses 2: 9-11). Quienes lo aman se regocijarán, dándole la bienvenida a su Salvador con el corazón de un vencedor, rebosante de cantos de alabanza. Pero sus enemigos, los incrédulos y los idolatras, los carnales y depravados o impíos estarán atemorizados y apartados de su reino celestial. ¿Quién podrá oponerse a la ira de Dios? ¡Cristo venció en la cruz y en el sepulcro, y vendrá triunfante para recompensar “al que venciere”! ¿Es usted un vencedor espiritual?
Escuche a Cristo hablando a las siete iglesias del Asia Menor, preste atención a todas las quejas que puedan relacionarse con su vida, y sobre todo llénese de paciencia, persevere firme en la fidelidad a Dios y llénese de esperanza sabiendo que el Señor tiene el control de cualquier situación en su vida y en el universo. La victoria está asegurada para todos los que confían en Cristo como su Señor y Salvador. “Amén; si ven, Señor Jesús”, 22: 20.
Cristianos todos, a prepararse:
Ved al Esposo, vuestro Señor;
llenas tened las lámparas siempre,
A su encuentro id con amor.
Cristo ya viene, pronto, sí, viene;
Sin tardanza a parecerá.
Con el iremos ¡aleluya!
A la mansión que él nos dará.
Ya las señales cúmplense todas,
Ya la higuera quiere brotar.
Fieles venid, el Salvador llama;
Nadie en sus bodas debe faltar.
E.D.A.
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