La hora de la fe


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El Salmo 62 está permeado de expectativa y esperanza en Dios. David, puesto que había tenido que enfrentarse a todas las pruebas y vicisitudes de la vida, les ofrece este consejo práctico a los creyentes de todas las épocas: “En Dios solamente está acallada mi alma; De él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; Es mi refugio, no resbalaré mucho. Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Selah”, Salmo 62: 1, 2, 5-8.

La gran enseñanza aquí es que debemos reposar en Dios. Sólo Dios es refugio cuando surgen las adversidades de la vida. Esto es obrar de prisa. Esto se llama bondad al alcance de los que esperan a Dios. Saber que Dios tiene control nos permite esperar con paciencia su rescate. En Proverbios 8:17, dice: “Yo amo a los que me aman, Y me hallan los que temprano me buscan”. Mientras más se respete y tema a Dios, más esperanza y fortaleza se alberga en el corazón.

¡Bendita situación para los que viven las implicaciones de: “En Dios solamente esta acallada mi alma; de él viene mi salvación»! ¡Bendita certeza cuando estamos solamente en la roca de nuestra salvación y en el refugio de nuestro Señor! Cuatro veces se menciona en el Salmo las palabras “mi refugio”. En los Salmos, 19 veces aparece que Dios es nuestro “refugio”. ¿Recuerda cómo empieza el Salmo 90? Esa figura literaria hace de Dios “…nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” Salmo 46: 1. Parece imposible enfrentarse a las pandemias, a la muerte, al fin del mundo sin temor, pero la Biblia es clara: en cualquier situación, “Dios es nuestro amparo y fortaleza… nuestro refugio es el Dios de Jacob”. Salmo 46: 1, 11. ¡Cuán oportuno es para nosotros estar al amparo de la Roca!

El Dios eterno existe mucho más allá de la historia. Generaciones vienen y van, pero Dios es siempre el mismo “Porque yo no cambio”, Malaquías 3: 6. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13: 8. Hay una diferencia entre ser inmortal y ser eterno. El hombre es inmortal, o sea, su alma nunca muere; pero Dios es el Eterno: «Oh Jehová, eterno es tu nombre; Tu memoria, oh Jehová, de generación en generación», Salmos 135:13, no tiene ni principio ni fin. Dios existió antes que las montañas (una de las cosas más antigua que conocemos), océanos, el sol, la luna y las estrellas, Él les dio existencia y durabilidad, refugio acá abajo y arriba en los cielos. Pero sobre todo, vistió de fragilidad tanto al hombre como a la naturaleza; como lo dice Moisés: “Acabamos nuestros años como un pensamiento”, Salmo 90: 9.

¡Sólo Dios es el Eterno! Este atributo contrasta como la fragilidad de la creación y la “inmortalidad” del hombre. Por ser el Eterno es nuestro refugio, nuestro amparo, nuestra fortaleza, nuestra salvación. ¡Cuánto necesitamos rendirnos a Dios y decir como el salmista David!: “Y tuya, oh Señor, es la misericordia…” v. 12.

En ocasiones nos sentimos tentados a valorar a las personas en base a sus riquezas, su poder o su prestigio; incluso podemos pensar que quienes los poseen han avanzado de verdad en la vida o que son los más felices de la tierra. Pero ante el Eterno, esas personas son menos que nada. Entonces, ¿dónde reside la verdadera vida llena de gozo y esperanza libre de temores y tentaciones? La respuesta nos la da el salmista: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación… no resbalare mucho”. Cuando descansamos en la fortaleza de Dios, nada nos podrá conmover.

¡Bendita situación! ¡Bendita certeza! Dios, el Eterno, hará sin tardanza una obra segura en las vidas de los que depositaron en Él toda su esperanza. Isaías alentó a los que siguen los mandamientos de Dios con fe y esperanza y creen en sus promesas diciendo: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios”, Isaías 50:10.

¡Qué maravilla! En el trabajo o en la enfermedad, en la aflicción o en el temor de este día, exclame: “Jehová el Señor me ayudará”.

Amén.

E.D.A.

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