La hora de la fe


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Con un estilo más propio de un sermón que de la conclusión de una carta, Santiago anima a los creyentes a una comprensión solidaria hacia el que padece cualquier situación de crisis humana. Nos debe alegrar que Santiago incluya esta frase: “Elias era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras”, Santiago 5: 17.

Podemos aprender mucho de la vida de otros creyentes. Elías mismo no fue solo un profeta sino una profecía acerca de la realidad humana. Su experiencia nos enseña mucho. Como él, a veces entramos en una especie de misterioso estado de depresión y es bueno aprender de las Escrituras lo que otros han experimentado al pasar por un valle de sombra de muerte. Los cansados, enfermos, estresados y necesitados de cualquier cosa humana, son propensos a desanimarse.

Mirando atrás las pisadas del profeta Elías, debemos recordar que el decaimiento es algo inherente o propio del ser humano, sea creyente o no. Así nos lo enseña la Biblia en la vida de Moisés, Job, David, Habacuc y tantos otros santos de Dios.

En el caso de Elías, su condición y abatimiento físico y psicológico, tanto como el espiritual, es sin duda uno de los más llamativos por tratarse de un gran profeta. No podemos evitar el hecho de admirar su valentía en el monte Carmelo (1 Reyes 18). Allí y durante su ministerio fue un hombre heroico sin duda alguna; también un creyente de gran humildad, de oración y solidario con el necesitado como en el caso de la viuda de Sarepta (1 Reyes 17: 7-14); pero sujeto a situaciones humanas como las nuestras. Supo lo que era el desaliento, la persecución política, el abatimiento, la soledad, el hambre y la sed. Es decir, Elías cayó en la agonía más profunda jamás conocida en su ministerio como profeta de Dios, Sí, ¡profeta de Dios! Sin embrago, llego a decir: “¡Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres!” Elías estaba huyendo para salvar su vida, ¿cómo es eso de pedirle a Dios que le quitase la vida? ¿Quién le dijo que debía morir? Dios, no. ¡Cuánta “locura” hay en ocasiones en nuestro estado de ánimo! Cuando nos desalentamos somos capaces de decir lo mismo que Elías, ¿pero eso es lo correcto, lo que más nos conviene? ¿Quién puede tener un estado de ánimo constante, sin desfallecer anímica y espiritualmente? El hombre más fuerte y más osado siempre está expuesto a algún ataque de temor semejante al de Elías.

Con todo, el Señor no lo libró de las experiencias del padecimiento físico. Pero cuidado, ¡cuánta ternura y ayuda le dispensó Dios en el momento cuando más lo necesitaba!; Dios jamás le falló. El gran objetivo de Dios es amarnos. Dice el salmista: “Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; El nos guiará aun más allá de la muerte” Salmos 48: 14.

Actualmente y siempre no necesitamos de un mesías, ni de reliquias del pasado, ni novedades del presente, ni visiones para el futuro; sólo necesitamos a Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo y veremos “cosas grandes y ocultas que tú no conoces”, Jeremías 33: 3. Dios le aseguró a Elías que sólo tenía que seguir sus consejos y que Él con toda seguridad lo restauraría, porque tenía un plan para su vida (para mayor información, lea 1 Reyes 19: 1-18).

Aprendemos de esta historia algunas lecciones útiles:

En primer lugar, el tratamiento de Dios fue darle alimento, lo hizo descansar (dormir) y lo puso en condiciones para andar cuarenta días. En nuestros días nuestra mayor necesidad es el Dios de Elías, el Dios que nos hace aptos para el peregrinaje de la vida hasta el fin.

Segundo, Dios no ha muerto, ni duerme, ni está de viaje, ni emigró a otro planeta. Está en las alturas mirando a sus criaturas (Salmo 73: 25, 26).

Tercero, Dios nos hace sentir la necesidad de seguir viviendo. La vida es para hacer algo, no para lamentarnos. “Levántate y come… vuélvete por tu camino”, fue lo que Dios le aconsejó a Elías. Cuando nos vemos tentados a claudicar, deseando morir, ¡piense en el Dios de Elías! Siga sus instrucciones y le irá bien.

Cuarto, el santo más fuerte y más valiente sobre la tierra está sujeto a ataques de temor, ansiedad y debilidad emocional. Ser inmutable y perfecto es propio tan sólo del Señor. Es en vano para nosotros, mientras estamos en esta vida, esperar una salud humana y espiritual con toda normalidad (Eclesiastés 3: 1-11). A pesar de que nos enfrentamos con muchos problemas que parecen contradecir los planes de Dios para sus hijos, estos no deben ser obstáculo para creer en Él y amarlo siempre.

El gran objeto de nuestros deseos debe ser el Padre, Jehová, el Dios de Elías; con Él todo es para bien, todo es floreciente. Su ausencia o falta de confianza en su Palabra es desastre y hasta enfermedad y muerte. No es una cosa buena para los cristianos desesperarse (véase 2 Corintios 4: 8-10 ). Todos nuestros problemas y pruebas son oportunidades para demostrar el poder y la bondad de Dios en nuestro diario vivir.

E.D.A.

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