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Un viejo dicho rabínico indica que cuando un hombre es joven canta canciones de amor (Cantar de los Cantares), cuando se hace adulto se interesa por aquellos principios que le ayudan a conducir su vida (Proverbios) y cuando es viejo, habla desde la experiencia que da la vida, de la vanidad de las cosas. Es entonces cuando se interesa por el libro de Eclesiastés.
“Eclesiastés” procede de la palabra griega ekklesía, que en el NT se traduce “iglesia” o “asamblea”. Lleva la idea de un predicador hablándole a una asamblea de personas. Esto es claro al principio del libro: “Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén”, Eclesiastés 1:1-3, 12.
El tema del libro parece sugerir: “¿Vale la pena vivir?” Al principio del libro, Salomón indica que la vida humana no vale la pena vivirse porque está llena de vanidad (vacía), pero termina con una ley divina “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”, Eclesiastés 12:13-14. ¿Cómo se entiende eso?
Hace casi tres mil años, Salomón hace un análisis retrospectivo e introspectivo de su vida, mucha de la cual la vivió lejos de Dios. El libro nos lleva en un viaje mental a través de su vida y nos explica como todo lo que intentó, examinó y probó era “vanidad”; es decir, todo fue inútil, irracional, sin sentido, necio y vacío; todo un ejercicio mental de futilidad. Después de un viaje biográfico, Salomón llega a su conclusión triunfante: “Teme a Dios… guarda sus mandamientos; porque esto es lo más importante de la vida”.
Cuando Salomón ascendió al trono de Israel, pidió a Dios sabiduría (2 Crónicas 1: 7-12) y llegó a ser el hombre más sabio del mundo (1 Reyes 29-34). Estudió, enseñó, predicó, escribió y juzgó. Llegaban a Jerusalén reyes y líderes de otras naciones para aprender de él; pero con todo su poder intelectual y económico, Salomón no pudo poner en práctica sus propios consejos y su vida comenzó a declinar en una espiral descendente. Cerca del final de su vida, miró hacia atrás con una actitud de humildad y arrepentimiento. Hizo un inventario del mundo que él había experimentado, con el propósito de ayudar a salvar a sus lectores de la amargura de vivir lejos de Dios.
Eclesiastés nos muestra que ciertos caminos y estilos de vida nos conducen a un vacío moral, social, familiar y sobre todo espiritual. Nos enseña que el significado de la vida no se encuentra en el conocimiento, ni en el dinero, ni en el placer, ni en el trabajo, ni en la popularidad. La verdadera satisfacción surge de saber que lo que estamos haciendo es parte del propósito de Dios en nuestras vidas. ¡Salomón trata de acercarnos más al Señor! Salvar a las generaciones de la amargura de aprender por medio de su propia experiencia que la vida no tiene ningún significado si nos apartamos de Dios, de la Palabra y de la fe.
Sabiduría humana, riquezas económicas, diversiones y placeres físicos, no nos garantiza el éxito. Obedecer la Palabra de Dios y temerle, es garantía de éxito interior del ser humano. Más allá de la vida dirigida por el Señor, sólo queda vaciedad (vanidad) de la vida humana e inseguridad espiritual. Puede decirse que aunque tenemos que seguir viviendo debajo del sol, debemos morar también en el amado Hijo de Dios. Cómo lo hizo el apóstol Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”, Filipenses 1: 21. ¡Sólo la fe en Cristo puede sustentarnos en este mundo de vanidad! Para el cristiano la vida significa desarrollar valores eternos y hablar a otros acerca de Cristo. Si usted no está listo para vivir con Cristo en esta vida, ¿cómo espera hacerlo en la eternidad?
Ningún placer y felicidad es posible sin el Señor Jesús. Sin Él, buscar la satisfacción es una pérdida de tiempo. Por encima de todo debemos luchar y perseverar por conocer y amar más y más al Señor. Él es el que da verdadera sabiduría, discernimiento, conocimiento y gozo. De Él son estas palabras: “La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar”, Lucas 11:31. ¿Ha respondido usted a la verdad recibida por Cristo? ¡Más que Salomón lo es el Señor Jesucristo! (Juan 14: 6).
E.D.A.
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