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No tenemos espacio para tratar las bienaventuranzas del Sermón del Monte con amplitud. ¿Alguna vez las ha comparado con el fruto del Espíritu de Gálatas 5: 22, 23? Ellas sólo pueden cumplirse por medio del poder de las Escrituras, del Espíritu y de la oración. ¿Está usted asociado a esta “Ley” de Cristo?
Las bienaventuranzas (Mateo 5: 1-12) describen al verdadero cristiano porque se refieren a su carácter. Analiza la conducta que trata del corazón y de la mente. Dios mira el carácter y la conducta debido a que lo que somos determina lo que hacemos. Nótese que esos requisitos están dirigidos por el Señor sólo a los creyentes discípulos de Él; expresan en una clase magistral y profunda la verdadera ética del reino de Dios. En general enfatiza el ser y el hacer del discípulo de Cristo. Rompen toda lógica humana, para imponer la de Dios.
Las bienaventuranzas están descritas en forma colectiva e individual; son aplicables al creyente y a la iglesia. Deben estar en todas las vidas de los cristianos y en la congregación de los santos. Si no nos vemos representados en las bienaventuranzas, entonces no hacemos el impacto que el Señor espera de nosotros. Los creyentes no debemos confundirnos con los demás. En su lugar, debemos impactarlos positivamente con las ocho bienaventuranzas, que se transforman en “sal” y “luz” espiritual.
“Pobres en espíritu” conlleva la idea de vaciarnos de la autosuficiencia. Antes que Dios nos llene de la riqueza celestial, tenemos que despojarnos de nosotros mismos (2 Corintios 3: 5; 12: 10). Esto no significa falsa humildad o cobardía; quiere decir una actitud apropiada hacia uno mismo.
“Lloran” tiene que ver con la actitud hacia nuestras faltas; es decir, una verdadera tristeza y lamento por cualquier pecado. El apóstol Pedro lloró con tristeza piadosa y fue consolado por Cristo; Judas, en cambio, nunca lloró por su pecado, y se quitó la vida.
“Mansos” no significa debilidad o falta de autoridad espiritual. Moisés fue manso (Números 12: 3) y sin embargo amonestó y juzgó a los israelitas desobedientes, e incluso encaró a su hermano Aarón con su pecado. Los cristianos debemos mostrar mansedumbre, no complacencia o debilidad por el pecado.
“Hambre y sed” expresa necesidad del Señor, apetito por las cosas espirituales. El salmista exclamó: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”, Salmos 42: 1, 2, 11. Así como la vida de un ciervo depende del agua y del alimento, nuestras vidas espirituales dependen del Señor, quien es Pan del cielo y Agua viva.
“Misericordioso” manifiesta empatía e identificación y es lo que debemos ser para con nuestros semejantes o prójimo. Un espíritu de comprensión y compasión por todos los que sufren “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”, Romanos 12:17-19.
“Limpio de corazón” es sinónimo de santidad; significa tener un solo corazón, no dividido entre Dios y el mundo. Mantener nuestras vidas como escondite del pecado, es no querer tener comunión con el Señor, con los hermanos en la fe, ni con la iglesia local.
“Pacificadores” describe traer la paz antes que la guerra; nos habla de amistad y no de enemistad; es igual a comunión en lugar de división. Los cristianos tenemos el Evangelio de la paz; por lo tanto, no debemos ser contenciosos (1 Corintios 11: 16).
“Persecución” habla de no ser acusados falsamente. Nunca debemos ser culpables de buscar de manera deliberada la persecución. Cuando estamos en la compañía de Cristo y en armonía con las Escrituras, “…y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”, debemos: “Gozaos y alegraos, porque nuestro galardón es grande en los cielos… ”, vv. 11, 12.
Para cerrar hay dos cuadros del cristiano y de la iglesia local bienaventurada: somos “la sal de la tierra y la luz del mundo”, vv. 13-16. Nuestra tarea es guardar nuestras vidas puras para que podamos ser bienaventurados.
E.D.A.
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