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En la sociedad moderna en que nos toca vivir, se impone la prisa, todo debe realizarse rápido, al instante. Por muchas partes vemos rótulos que dicen: “Café instantáneo”, “copias al minuto”, “revelado rápido”, “comida para llevar lista”, etc. Estamos acostumbrados a que todo debe resolverse al instante.
Lo cierto es que nuestros problemas no se resuelven al “instante”; muchas veces debemos esperar y esperar y los problemas siguen ahí. Nos llega la tentación de la desesperación, que viene a empeorar toda nuestra situación. Muchas personas hasta llegan a desilusionarse de que si oran, o hacen una promesa, o se someten a unos días de ayuno, todo se va a resolver. Pero los problemas, la incertidumbre, el nerviosismo continúan allí. En la misma situación. No tienen prisa. Eso lleva a muchos a la frustración espiritual: viene la duda, el enojo contra Dios, el desánimo, dejan de orar y hasta abandonan la fe y la iglesia local.
David, en el Salmo 40, nos enseña cómo enfrentar ciertas situaciones conflictivas que no se solucionan de un día para otro. Nos cuenta el salmista que a él le tocó pasar por un trance muy dramático; que se sentía como hundiéndose en una laguna pantanosa. Por más que luchaba afanosamente por salir de la angustia, no lo lograba. Se hundía más y más. Inicia su experiencia así: “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira”, vv. 1-4.
Esperar la ayuda de Dios no siempre es fácil; sin embargo, David recibió cuatro beneficios por hacerlo: (1) Dios lo sacó de la desesperación, (2) colocó sus pensamientos sobre base segura, (3) enderezó su actitud y (4) puso un canto nuevo de alabanza en su boca. A menudo las bendiciones de Dios no pueden recibirse a menos que primeramente pasemos por la prueba de la espera. Saber esperar pacientemente en el Señor implica seguir creyendo que las circunstancias adversas tienen final. Debemos recordar que el cómo y cuándo le corresponden a Él (Salmo 37: 5). El Señor tiene caminos escondidos para liberarnos de muchas situaciones que nosotros no conocemos (Jeremías 33: 3).
Al escuchar la confianza de David en el Señor, recordamos a Dios que al oír los gemidos de sus hijos esclavos en Egipto, expresó: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel…”, Éxodo 3:7-9. Aquí, Dios se revela como el Dios que se mete en nuestra historia para salvarnos de nuestras “esclavitudes”. Tenemos al único Dios que “mira”, “oye” y “desciende” para darnos el oportuno socorro.
Ante una situación como la que estamos pasando, verdaderamente esclavizadora, insegura, problemática, triste, etc., debemos imitar al salmista David. Saber esperar el tiempo de Dios significa hacerlo con paciencia, con certeza en las promesas de Dios “…Sacrificio y ofrenda no te agrada…”, (v.6), dijo David; es decir, “no quiero rituales religiosos en el templo, sino un corazón contrito y humillado” (véase, Salmo 51: 15-17). Nunca complacerá a Dios nuestras acciones externas, por muy buenas que sean, sin la actitud interna de un corazón piadoso. ¿Tiene una actitud correcta hacia Dios? ¿Tiene la intención sincera de esperar completamente en Dios, cuando las cosas no funcionan como usted quiere?
El profeta Isaías escribió: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios. Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás”. “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios”, Isaías 50: 4, 5, 10. La palabra de Dios nos alienta a que sigamos esperando en el Señor. Si la gente se burla de usted o deja su amistad por creer en las promesas de Dios, es porque no conocen ni miran el Dios de David. Usted debe concentrarse en amar a Dios, oír su voz a través de su Palabra y orar pacientemente. Él se encargará de todo lo demás. Acepté la invitación que Cristo le hace en Mateo 11: 28-30. En Él encontramos el gran secreto de la paz, la serenidad que nos enseña David en el Salmo 40. Cuando se encuentre “hundido”, lea ese Salmo.
E.D.A.
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