La hora de la fe | #57


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El admirable canto de Ana (1 Samuel 2: 1-10) merece ser colocado a la par del Magníficat de María (Lucas 1: 46-55) ¡Ojalá tuviéramos hoy más mujeres como Ana, llenas de su piedad y maternidad! El cántico de María, obviamente, refleja su conocimiento del canto de Ana.

Ana glorifica a Dios de una manera fascinante. Nos muestra que todo lo que tenemos y recibimos es un préstamo de Dios. Ella describe a Dios como el defensor de los pobres, de los oprimidos y de los despreciados, y por haber respondido a su oración (1 Samuel 1: 26-28), nos vemos obligados a examinar el contenido de sus palabras, porque oraciones así son las que deben gravitar en el día de hoy por cada creyente en particular.

vv. 1,2. “Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro”. ¡Qué comienzo, lleno de gratitud, regocijo y acción de gracias! No fue una oración dando gracias a Dios por los alimentos, la salud, la economía, por el dormir y despertar en paz, sino por la santidad de Dios y la salvación de su alma. Reconoce el control de Dios sobre todos los asuntos de la vida. En nuestra agitada sociedad, los amigos van y vienen y las circunstancias cambian de un día a otro. Pero Dios siempre está presente, siempre oportuno, “ninguno fuera de ti”. Es a la vez nuestro gozo y nuestro refugio en las tribulaciones.

vv. 4, 5 “Los arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan, Y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete, Y la que tenía muchos hijos languidece”. Por la forma en que Ana dice estas palabras, no hay duda que se refiere a la arrogancia de Penina y sus regaños (la segunda esposa de Elcana, padre de Samuel). Sin embargo, Ana no tenía que pagarle con la misma moneda, pues sabía que Dios conoce todo y que juzgará toda acción mala. Ella va más allá del pleito, de la discordia al triunfo sobre sus enemigos. Sabe que tiene quien la defienda y finalmente quien juzgue todas las cosas. Para quienes se amparan en sus bienes, poder y fuerzas, “Dios desciende al Seol (sepulcro)… abate, y enaltece, levanta del polvo al pobre” (vv. 6-8). El cristiano debe dejar a Dios todo juicio final, Dios juzgará las obras de aquellos que han hecho mal.

vv. 9-10. “El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza. Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido”. Estos versículos hablan de la preservación y del bienestar de los fieles hijos de Dios y de la derrota de todos los enemigos del Reino de Dios. Esto puede aplicarse a los acontecimientos humanos de hoy como una profecía aún por cumplirse. Lo cierto es que el bienestar de los justos está asegurado, y la destrucción de los malos tendrá lugar, aquí o en el futuro.

Vivir en un mundo donde siempre está presente la amenaza de un holocausto nuclear, una destrucción atmosférica o de la naturaleza y donde el mal abunda, puede hacernos olvidar que Dios es soberano sobre todas las cosas. Ana vio a Dios: (1) sólido como una roca; (2) como uno que ve lo que hacemos; (3) soberano sobre todos los asuntos de la gente; (4) y Juez supremo que administra justicia perfecta. Recuerde: Dios tiene el control de TODO y nos ayuda a poner en perspectiva las circunstancias personales y del mundo.

E.D.A.

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