La hora de la fe | #61


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Las Sagradas Escrituras ofrece algo que nadie más puede ofrecer. Se trata de algo sumamente atractivo y valioso; algo que no se puede comprar ni ganar, recibir o compartir. Es el don de Dios de la PACIENCIA.

El apóstol Pablo escribió lo siguiente: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”, Romanos 15:4-6.

Los cristianos debemos reflejar el don de la paciencia divina. Con respecto a las circunstancias adversas o de prueba, la paciencia consiste en esperar persistentemente y mantener la esperanza en el Señor. No es simple resignación, sino firmeza y convicción espiritual. Cristo es el modelo de paciencia humana y divina (Hebreos 12: 1-3), es fruto del Espíritu: “Mas el fruto del Espíritu es… paciencia…”, Gálatas 5: 22. Dios es paciente incluso con quienes merecen castigo (Oseas 11: 8; 2 Pedro 3: 9). Más profundamente designa la naturaleza del gobierno divino en el creyente: “Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia”, Salmos 103:8.

El apóstol Pablo no se limita a exhortar a los cristianos para que fueran pacientes (Romanos 15: 4-6), sino que él mismo lo fue en su vida diaria. En sus largos años de consagrado al ministerio, estuvo imitando a Cristo, a los profetas del Antiguo Testamento y a los patriarcas. Observe los detalles en referencia al Señor en el capítulo 15 a los Romanos. Él es aquí el Dios de la paciencia (v.5); el Dios de la consolación (v.5); el Dios de la esperanza (v.13); y el Dios de la paz (v.33). Puesto que somos seguidores del Señor Jesucristo, nuestro deber es ser pacientes; es decir, tener la capacidad mental y anímica de soportar el sufrimiento, el mal, incluso paciente con quienes merecen castigo con el propósito de que se arrepientan.

Cuando nos detenemos a meditar en Romanos 15: 4-6, nos percatamos que el conocimiento de la Biblia influye en nuestra actitud hacia el presente y el futuro. Cuanto más sepamos de lo que Dios hizo en el pasado, mayor será la paciencia y la confianza que tengamos acerca de lo que hará en los días venideros. Deberíamos leer la Biblia con diligencia para incrementar nuestra paciencia y esperanza en el hecho de que la voluntad de Dios es lo mejor para nosotros.

La actitud de los profetas y de Job, por ejemplo, nos anima a salir airosos de las pruebas. Santiago escribió: “Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo”, Santiago 5:10-11.

Muchos profetas sufrieron y fueron perseguidos, como Moisés, Elías y Jeremías. En el caso del patriarca Job sufrió gran aflicción, mayor que nuestra cuarentena por causa del coronavirus o covid-19. Experimentó la ruina económica, la pérdida de sus hijos y una dolorosa enfermedad; asimismo se le acusó falsamente de que Dios lo estaba castigando por algún pecado. Sin embargo, nunca perdió la fe, la paciencia y la esperanza. No maldijo a Dios como Satanás había afirmado que lo haría (Job 1: 11, 12). ¿En qué terminó todo? Dios le devolvió la salud, le duplicó sus bienes y lo bendijo con una vida plena al lado de sus seres queridos. Su fiel perseverancia también le permitió comprender mejor la paciencia de Dios para con nosotros.

Imitemos la paciencia del Señor. El apóstol Pedro, quién al principio de su apostolado fue un hombre bien impaciente y por esta razón varias veces reprendido por el Señor Jesús, escribió lo siguiente: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”, 2 Pedro 3:9.

Aunque a los seres humanos no nos resulta fácil cultivar la paciencia, podemos lograrlo mediante el ejercicio de la oración y la lectura de las Sagradas Escrituras. Los corazones y mentes fuertes en el Señor suelen afligirse, esto es muy bíblico y cristiano, pero no se turban ni se acaloran como si no hubiera remedio. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”, “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”, “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”, Juan 14: 1, 18, 27.

E.D.A.

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