La hora de la fe | #65


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La palabra “casa” actualmente parece recuperar el valor y el significado de otras épocas. Pocas veces en el siglo XXI se le ha dado la relevancia y la consagración como en el día de hoy. Es el centro de atención y propaganda en las redes sociales, de los gobiernos de todo el mundo y de todas las religiones. “Quédate en casa”, oímos decir por todas partes y lugares.

Nadie valora tanto la casa como Dios. La Biblia la menciona infinidad de veces como el centro más sobresaliente de la humanidad. Ella, a veces, se refiere a una estructura física, a un edificio, o a una vivienda. Pero el término en la mayoría de las ocasiones se refiere al hogar y a la familia.

Tal es el caso que se nos presenta en el libro de Josué. En el capítulo 24 y versículo 15, dice: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.

Esta decisión noble de Josué ha sido de inspiración para generaciones de hogares y familias. Hasta en la puerta de entrada de las casas de hoy se observa con frecuencia un cuadro o afiche con la leyenda: “Yo y mi casa serviremos al Señor”.

Así que, al referirnos a la “casa” (Josué 24: 15) en este escrito lo hacemos sobre la base de usted y de su familia, pensando en los que habitan al amparo de una vivienda o edificio juntamente con usted. El hogar es el único símbolo de seguridad que hay en esta tierra; pero ahora, y particularmente en nuestro país, se está volviendo como un hotel, se sale en la mañana y se entra en la noche; o se está volviendo en algo tan impersonal y fácil de reemplazar como el bolígrafo. ¡Esto no debe ser así!

La verdadera naturaleza de la casa donde una familia la habita, es lugar de paz. Es un abrigo no sólo contra todo daño externo, sino contra todo temor, discordia y desconfianza. Con el dinero se puede construir una estructura espléndida, pero no un hogar dicho como lo describe la Biblia.

Fue el cariño y la fe en Dios los que formaron el hogar de Josué, los que levantaron las columnas de la insolubilidad del matrimonio y del hogar. Por lo tanto, cada casa tiene como tarea principal la de glorificar a Dios y amarse los unos a los otros como lo establece la Biblia (véase 1 Corintios 13: 1-8; Efesios 5: 22-28; Colosenses 3: 18-21; 1 Timoteo 5: 8).

La casa de Josué, como la de tantos hogares mencionados en la Biblia y existentes en el día de hoy, nos revela la factibilidad y la necesidad de tener esposos y esposas, hijos y hermanos semejantes a la de él. Las palabras, “Yo y mi casa serviremos a Jehová” expresan el lema del compromiso y el privilegio de Josué para con los suyos. Para él, “mi casa” y “Jehová”, eran símbolos de consagración y dedicación a lo ordenado por los mandamientos del Señor. ¿A qué o a quién sirve usted y su familia? No es difícil observar en la actualidad cuán divididas y enemistadas están tantas familias y como se deterioran espiritualmente. ¿La razón? No se teme a Dios y no se ama el hogar. Una buena vida familiar es una recompensa por seguir a Dios. Los valores subrayados en la Biblia incluyen amor, servicio, honestidad, integridad y oración. Estos ayudan en todas las relaciones y son vitales para la vida familiar. Leer y obedecer la palabra de Dios en esta cuarentena o confinamiento en casa es una buena oportunidad para lograr lo mejor de la familia.

Medite en los Salmos 127 y 128; a estos se les llama la oración del hogar (127) y la bendición del matrimonio (128), debido a que a menudo se oraba y cantaba en la casa y en las bodas, respectivamente. Dios recompensa enormemente a quienes los ponen en práctica.

E.D.A.

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