El perfil del hombre nuevo


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Colosenses 3:1-17

Cuando el apóstol Pablo escribe a los creyentes de la ciudad de Colosas, les hace una serie de recomendaciones sobre el estilo de vida que debe distinguir a quien, por haber aceptado a Cristo como Señor y Salvador, pasa a ser una nueva criatura, y sus palabras son coherentes con lo que afirma al escribir a los Corintios: “De modo que si alguno está en Cristo [el Señor], nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17, énfasis añadido). Los exhorta a vivir una vida cristiana de altura, en procura de la excelencia, “…poniendo la mira en las cosas de arriba…” (Colosenses 3:2).

Teniendo en cuenta que con el acto del bautismo han dado testimonio público de haberse identificado con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección, y han pasado a novedad de vida, les insta a una actitud proactiva, usa el imperativo buscad las cosas de arriba, actitud que implica: interés, ocupación, decisión y esfuerzo, en pocas palabras: un ser vivo en plena facultad. Seguidamente recurre nuevamente a la forma imperativa al decir: poned la mira, lo cual significa pensad en lo que contribuya a la causa con la cual han adquirido un compromiso, y esa forma de pensamiento, la describe el mismo apóstol Pablo en la carta a los Filipenses: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).

Más adelante traza el perfil de ese hombre nuevo al enumerar las virtudes que le adornan, es así que podemos leer: de entrañable –lleno– misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre, paciencia, tolerancia y perdón, (ver Colosenses 3:12) y culmina diciendo por último, pero no por menos importante, vestíos de amor y lo presenta como el vínculo perfecto (ver Colosenses 3:14).

Al fijar nuestra atención en los elementos del perfil, nos damos cuenta que Pablo desea que su exhortación los lleve a la convicción de permitir que sea el Espíritu Santo que mora en ellos, desde que entregaron sus vidas al Señor, quien los dirija en su diario transcurrir mientras estén en esta habitación terrestre, ya que todas las cualidades expresadas por el apóstol reflejan los elementos que componen el fruto del Espíritu, los cuales son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (ver Gálatas 5:22-23).

Cuando Pablo enumera las características del ser humano que ha renacido, está dibujando la figura del paradigma de todo creyente, que no es otro que la persona de nuestro Señor Jesucristo, el cual dio ejemplo de humildad, demostró su compasión por los sufridos, fue ejemplo de mansedumbre y paciencia, y a través de su sacrificio por la humanidad demostró el gran amor de Dios hacia el mundo perdido: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Con esta seguridad ese nuevo ser tendrá un corazón colmado de la paz que sobrepasa todo entendimiento y que sólo Dios puede dar (ver Filipenses 4:7). Pablo insta a los creyentes a no estancarse, sino a renovarse diaria y continuamente, mediante la Santa Palabra de Dios, la cual colma de sabiduría y discernimiento. Dice el versículo 16 de Colosenses 3: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (énfasis añadido).

César Rodríguez Salazar

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