La hora de la fe | #70


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En esta ocasión compartimos el tema de la oración. En la Biblia, Dios se revela en un gran DADOR, siempre dispuesto a dar. En Mateo 7: 7-11, leemos: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”. Compare esa lectura, con Isaías 55: 1-6. El verdadero cristiano será “premiado” con cosas buenas, siempre que persista en su búsqueda de Dios como su Padre Celestial, pidiendo, buscando, llamando.

Ahora bien, si creemos que podemos vivir según esas enseñanzas del Señor Jesús en el Sermón del Monte en base a nuestros propios deseos, hemos fallado al no darnos cuenta del verdadero carácter sobrenatural de la oración. Tomados fuera de contexto bíblico, Mateo 7: 7-11, podría parecernos que el Señor nos está dando un cheque en blanco, es decir, que podemos recibir todo aquello que pedimos. Pero esto, sencillamente, no es cierto. Por lo tanto, lo que parecen unas promesas sin límites están en realidad sujetas por otras enseñanzas de la Biblia. Por ejemplo, a través del Salmo 66: 18, Juan 9: 31, Santiago 1: 6-8, 2 Crónicas 7: 14, vemos que Dios no oye ciertas oraciones. Veamos:

“Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado”, Salmos 66:18.

“Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye”, Juan 9:31.

“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”, Santiago 1:6-8.

“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”, 1 Juan 5:14.

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”, 2 Crónicas 7:14.

Toda oración tiene que estar de acuerdo a lo establecido a la luz de la enseñanza de toda la Biblia. De modo que la persona que ora no debe esconder el pecado, debe adorar con fe y especialmente en conformidad con la voluntad de Dios. Cuando se cumplen las condiciones para la oración eficaz, el cristiano puede tener una confianza absoluta de que Dios oirá y responderá. Esta certidumbre se basa en el carácter de Dios, nuestro Padre.

Dios no desoye nunca nuestras oraciones sinceras, humildes y de corazón limpio. Cuando le exponemos nuestras necesidades y peticiones nobles, cada vez nos ama más; cada vez nos da las cosas que nos conviene.

Esta es la carta magna de la oración del cristiano:

Seguid pidiendo hasta que se os dé;

Seguid buscando hasta que encontréis;

Seguir llamando hasta que os abran.

Las oraciones son admitidas en el cielo cuando vienen de corazones humildes y piadosos. Dios nunca es duro para oír, ni duro para dar. Todo santo arrepentido y con fe es escuchado por el Padre. “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”, Mateo 7:11. No creer esto, sería negar el Evangelio de Cristo.

¿Ha conocido alguna época en su vida en la que todo parece salirle mal? ¿Algún aspecto de su existencia? ¿Alguna relación o responsabilidad? ¿Se ha deprimido en exceso? ¿Ha tenido algún problema en su hogar o matrimonio? ¿Afronta algún tipo de enfermedad? Entonces apresúrese a tomar en cuenta estos versículos: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias”. “Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová”. Salmo 34: 6, 17-19.

E.D.A.

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