La hora de la fe | #69


Si estamos sujetos a estados de humor que cambian rápidamente, ¡podemos tomar ánimo con la lectura del Salmo 3! En este Salmo David recorre toda la escala de emociones, desde la desesperación hasta la calma confianza en Dios.

Al principio del Salmo encontramos a David arrojado de su palacio, de su ciudad real y de su hogar por Absalón, su hijo rebelde, decidido a quitarle la corona, y también la vida: “¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios”, vv.1, 2.

Al principio David está asombrado por la multitud de sus enemigos. La superioridad en número ocasiona sentimientos de terror en su corazón ¿Qué es uno contra tantos? Sin embargo, la confianza de David en el Señor permaneció inconmovible. Es cierto que huyó de Absalón, pero para correr a los brazos de Jehová ¿Qué hace usted cuándo se levantan “Absalónes” dentro y fuera en su contra? (Vea Salmo 27: 1-3)

El tono del Salmo cambia en el tercer y cuarto versículos: “Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo”. David quita sus ojos de sus enemigos y los pone en Dios, y esto cambia toda su perspectiva. Inmediatamente reconoce que tiene en Jehová su “escudo” y su “gloria”, y el que “levanta” su ánimo. Esto hace que él ore al Señor y recobre su confianza en medio de una gran crisis familiar, política y religiosa. Dios nos responde cuando le oramos con urgencia y angustia.

Asegurado de la protección de Dios, David se acuesta y duerme: “Yo me acosté y dormí, Y desperté, porque Jehová me sustentaba”, v.5. El sueño más dulce es un regalo de Dios a quienes confían en Él en medio de las circunstancias más angustiosas de la vida. Dios es la fuente de ayuda para dormir, despertarse y seguir adelante.

Después de una noche de descanso, David se despierta con el conocimiento de que fue el Señor quién calmó sus nervios y la tensión que sentía debido al miedo y al mal de sus enemigos: “No temeré a diez millares de gente, Que pusieren sitio contra mí. Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; Porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; Los dientes de los perversos quebrantaste”, vv.6, 7. Esta descripción del salmista acerca de la actuación de Dios no hace más que confirmar por partida doble lo dicho en el Nuevo Testamento: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”, Romanos 12:19. “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo”, Hebreos 10:30. El juicio verdadero y eficaz para los enemigos de los justos y los santos debe ser motivo de preocupación para ellos. (Véase Salmo 1: 4-6). Los cristianos debemos elegir la dirección de Dios en todos los asuntos de la vida.

“La salvación es de Jehová”, v.8, nos indica que Él es el ÚNICO que puede ayudar y salvar a sus hijos y a cualquier persona que quiere acogerse a Su maravillosa salvación y vida eterna. “No hay para mí bien fuera de ti”, Salmo 16: 2. Este testimonio es comparable a lo expresado en el Salmo 73: 25, 26: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”.

Por cuanto Dios es conocido por su constante protección, nosotros podemos descansar en las circunstancias de mayor aprieto. Su pronto auxilio es de amplio alcance, de carácter general, tanto en el ámbito de lo temporal como de lo eterno.

E.D.A.