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¿Cuánto tiempo le dedica usted a su propia alma? La pregunta es pertinente porque el alma no debe desatenderse; hacerlo puede resultar fatal. Todos alimentamos el cuerpo y el alma también reclama alimentación. Si el alma sufre hambre, hay que satisfacerla; si siente sed, hay que saciarla; si se enferma, hay que sanarla; si se entristece, hay que consolarla; si se desmaya, hay que darle aliento. Volvemos a preguntarle: ¿qué está haciendo en bien de su propia alma?
La depresión es uno de los males modernos que azota increíblemente el alma. Es uno de los tormentos psicológicos y espirituales más horribles, capaz de enfermar el cuerpo y la mente. En ciertas ocasiones oímos decir que caer en la depresión es pecado porque indica falta de fe. Honesta y bíblicamente hablando no es así. En la historia de la iglesia primitiva encontramos casos de santos y siervos del Señor que fueron atacados por la depresión. Lo cierto es que una persona puede ser muy cristiana y al mismo tiempo puede ser torturada, por algún tiempo, por la depresión. Sin embargo, el cristiano debe saber cómo manejarlo y no caer en la desesperación.
Cuando se sienta solo o deprimido, medite en el Salmo 42. Los primeros cinco versículos dicen: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios? Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.
El salmista expresa su deseo del Señor como desea el venado el agua y jadea para sobrevivir. Nótese que dice que su único aliento son sus lágrimas (no agua fresca). Dios es necesario para la vida del alma; no hay alivio fuera de Él, como bien lo expresa en el último versículo: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.
Así como la vida de un venado depende del agua, nuestras vidas dependen de Dios. No hay bien fuera de Él. Todos aquellos que necesitan sanarse del desaliento, hallan remedio en Dios. ¿Está usted navegando en aguas turbulentas, como sin duda lo estaba el salmista cuando escribió esta porción bíblica? ¿Está luchando con temores, dudas, enfermedad, sufrimiento? Entonces tome su aliento de Dios, lea este Salmo de consuelo y esperanza. Las noches oscuras no duran toda la vida; el silencio de Dios no es para siempre (Salmo 37: 5); lo ideal es que usted hable (ore) con Dios. Vea que el salmista, en su situación triste, se anima él mismo pensando que la única ruta de escape de la depresión es “esperar en Dios”. ¡Haga usted lo mismo! A pesar del momentáneo silencio de Dios, no deje de expresarle sus sentimientos de confianza y devoción. “Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida” (v.8).
No hay otra manera de enfrentar la depresión que orando y seguir esperando siempre en el perfecto tiempo de Dios. Quejarse de Dios es desconfiar en su Providencia. El salmista llama a Dios “roca mía”. Eso significa que en Dios se siente seguro. ¿Dónde está esa Roca, ahora, para usted? La fe en el Señor, la Roca de los siglos, es la que debe tener la primera y la última palabra. Hay que evitar ir con la mirada abajo; mirar hacia arriba, subir espiritualmente es tomar aliento de día y noche. Así que, de día y de noche, la bondad de Dios queda a su alcance. Depende de su fe.
E.D.A.
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