La hora de la fe | #90


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En el libro de Números encontramos parte de una conversación que Moisés mantuvo con Hobab, su cuñado. Mientras estuvieron acampando al pie del Sinaí, Hobab estaba satisfecho de estar con su familiar político; pero ahora que se ponían en marcha, deseaba volverse a su tierra, a Madián, con su familia. Entonces surge esta invitación amable de Moisés a marchar juntos a Canaán: “… Nosotros partimos para el lugar del cual Jehová ha dicho: Yo os lo daré. Ven con nosotros, y te haremos bien; porque Jehová ha prometido el bien a Israel”, Números 10:29.

Nótese que los llamados a marchar incluían a todo el pueblo y conocidos al mismo lugar, Canaán. No encontramos aquí que Hobab ni ningún israelita cuestionó a esto y por ello aceptaron lo propuesto por Moisés. Ahora bien, ¿qué verdades emergen de esta invitación?

1. “Nosotros partimos para el lugar del cual Jehová ha dicho: Yo os los daré”. No se dice nada acerca del viaje, simplemente es una invitación de fe. Recordemos que “… el justo por la fe vivirá”, Habacuc 2:4. Sin embargo, las palabras de Moisés a todos los que estaban en el campamento, es la misma promesa que Jesús nos dijo en Juan 14: 1, 2: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. No se trata de que seamos dignos de recibir tan grande promesa, sino que el Señor se dignó a ofrecérnosla. El Señor nos ofrece y nos dará algo digno de Él, un lugar real. No se trata de una fantasía, de un sueño, de una utopía; ¡no! Cuando llegue el tiempo “partimos para el lugar del cual Jehová ha dicho”, vamos al lugar que Cristo fue “a preparar para vosotros”. Nuestra “tierra prometida” está en “la casa de mi Padre muchas moradas hay”. ¡Cuánta implicación espiritual contiene esta promesa divina! Nuestra ciudadanía está en los cielos, “porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”, Hebreos 13: 14. No debemos estar atados a este mundo, porque todo lo que somos y tenemos es temporal. ¡Miremos no suceda que, mientras guardamos las cosas de la tierra, perdamos las bendiciones del cielo!

2. “Ven con nosotros”. ¿Usted sabe quiénes deben viajar con nosotros a las moradas celestiales? Son los que se mencionan en el Salmo 1: 1-3; Salmo 23; Salmo 91; Mateo 5: 3-12; Apocalipsis 21: 1-4, y en otros muchísimos ejemplos que encontramos en la Biblia (léalos, por favor, le hará bien). Recordando uno de los episodios del libro “El Peregrino”, de J. Bunyan, observamos cuando Cristiano y Esperanza le dicen a Ateo que van al monte Sión; Ateo se echó a reír a carcajadas pensando que ellos eran unos locos (1 Corintios 1: 20, 21). Lo que cuenta para el creyente es el camino a la vida eterna (Juan 14: 6). Él tiene un equipaje marcado y facturado por el Espíritu Santo (Efesios 1: 13, 14). Cristiano exhorta a familiares, compañeros de trabajos y vecinos aceptar a Cristo como su Salvador para que le haga compañía en el viaje a la eternidad.

3. “Te haremos bien; porque Jehová ha prometido el bien a Israel”. ¡Qué incentivo para perseverar hasta el final de la jornada terrenal! La máxima del mundo es: “Dame todo lo que puedas”, la del cristiano: “Padre, dame lo que me has prometido”. Dios no siempre es rápido para dar lo que prometió, a veces es lento; ¡pero siempre cumple! “Aunque la visión (lo que esperas) tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardaré, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”, Habacuc 2: 3. La respuesta que Dios le dio al profeta es la misma que nos daría a nosotros: “¡Ten paciencia! Llevaré a cabo mis planes a su debido tiempo”. No es fácil ser paciente; sin embargo, es bueno recordar: “yo os lo daré… y te haremos bién; porque Jehová ha prometido el bien…”

E.D.A.

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