La hora de la fe | #123


Los creyentes tenemos tantas batallas como bendiciones y la Biblia nos instruye sobre cómo enfrentar las dificultades. Cada creyente tiene un servicio espiritual que realizar, y el apóstol Pablo, en la Epístola a los Romanos 12: 12, nos dice cómo debe comportarse cada cristiano de la familia del Señor: “gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración”. Notemos las siguientes características que se mencionan en el versículo:

Gozosos en la esperanza. Si pudiéramos vivir con una medida mayor de gozosa esperanza en el Señor, por supuesto que nuestra actitud ante la adversidad nos proporcionaría mayores beneficios físicos y espirituales. No importa cuáles son nuestras circunstancias presentes, podemos y debemos regocijarnos siempre en nuestra esperanza. El apóstol Pablo escribió: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?”, Romanos 8:24. A los creyentes se nos exhorta a mirar con esperanza el futuro que el Señor nos tiene preparado. El proceso natural del creyente no es de placer en placer, sino de esperanza en esperanza. Ninguna cosa hay que llene de gozo la vida del creyente como la esperanza de “un cielo nuevo y una tierra nueva”, Apocalipsis 21: 1. La tierra y la vida como la conocemos hoy, no permanecerán para siempre. Dios creará un nuevo estilo de vida para sus hijos (Romanos 8: 18-21; 2 Pedro 3: 7-13).

Sufridos en la tribulación. La tarea y la fe de un creyente no es cosa fácil. Como los atletas, los médicos, los pastores, los científicos, los profesionales capacitados, etc., tienen que ser disciplinados y hacer sacrificios para superarse, así los creyentes tenemos que someternos a las reglas del Señor, prepararnos para resistir todo examen mental, corporal y espiritual (Véase 1 Corintios 9: 24-27). Para vencer en todos los sentidos de la vida, se requiere sacrificio, perseverancia, diligencia, actitud de ganador.

Constantes en la oración. La Biblia da muchas indicaciones para la oración; ella es el manual de oración para el creyente. (Colosenses 2: 7; Efesios 6: 18; 1 Tesalonicenses 5: 17; Judas 20). Es por medio de la oración que se permanece gozoso, se soporta la tribulación y se vive en esperanza. La oración es propiedad del creyente, no de una determinada religión. Es un don de Dios para los que están en Cristo Jesús (Juan 14: 13, 14; 15: 16; 16: 23). No hay nada que nos haga amar a Dios y al prójimo, a la iglesia, a la familia, al pecador y a los hermanos en la fe como la oración. Si el Señor Jesús necesitaba retirarse de vez en cuando a un lugar apartado para orar, los creyentes debemos seguir Su ejemplo y reconocer esta necesidad espiritual.

Orar, ¿para qué? ¿Para modificar la voluntad de Dios? ¡No! Sencillamente porque Él ha dispuesto concedernos muchas cosas grandes y ocultas que no conocemos si oramos con constancia y fe (Jeremías 33: 3). Hay más cosas realizadas por la oración que lo que nadie puede imaginarse.

Donde sea que usted se encuentre ahora; donde quiera que se halle en su situación familiar, física, económica, mental, espiritual, cualquiera que sea su edad o estilo de vida, si usted es un creyente convertido a Cristo, ¡Dios quiere y puede traerle gozo, paz y esperanza! De modo que, en vez de desesperarse, gritar, enojarse o echarle la culpa de su situación a otros, elevé su corazón al trono de gracia de Dios y apodérese de este versículo de la Palabra de Dios: “Aunque (Dios) tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”, Habacuc 2: 3.

E.D.A.