La hora de la fe | #119


Cuando se le dio la oportunidad de tener lo que más deseara en el mundo, Salomón pidió sabiduría para poder gobernar bien a su pueblo y para tomar decisiones correctas (1 Reyes 3: 3-14). Podemos resumir la historia bíblica de Salomón en tres facetas: sabio (1 Reyes capítulos 3-5), constructor (capítulos 6-9) y rico (capítulo 10). De las tres, la que se lleva la preeminencia es la sabiduría: “Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé… Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú”, 1 Reyes 3:5-12.

El relato de las dos madres acerca de la identidad de sus hijos, es solo una de las muchas ilustraciones de la sabiduría de Salomón (1 Reyes 3: 16-28). El hecho de que estas dos mujeres tenían acceso al trono del rey muestra cuánto amaba el joven Salomón a su pueblo y quería servirles. ¡Qué maravilloso es que todo cristiano tiene acceso al trono de aquel que es mayor que Salomón: Jesucristo! (Mateo 12: 42), y que promete dar sabiduría y satisfacer toda necesidad. Sin duda, todos los creyentes dependemos de la sabiduría de Dios, no de la sabiduría de este mundo (1 Corintios 1: 18-31; Santiago 3: 13-18). ¿Está usted consciente de que necesita sabiduría de lo alto? Si es así, entonces Dios está deseoso de darle cuando usted la necesite. Sin embargo y en primer lugar, cada uno de nosotros debemos reconocer nuestra falta de sabiduría y discernimiento, en segundo lugar, pedirla con fe a Dios, tal como nos lo aconseja la Biblia (Santiago 1: 3-7).

Nótese que Salomón pidió sabiduría para llevar a cabo su trabajo. No pidió a Dios que hiciera el trabajo por él. Nosotros tampoco debemos pedir al Señor que haga por nosotros lo que Él quiere hacer a través de nosotros. Por el contrario, debemos pedirle que nos dé sabiduría, discernimiento, madurez y entendimiento para saber qué hacer en todas las circunstancias de la vida.

Salomón no pidió riquezas, pero Dios le dio bienes, prosperidad y una larga vida. A pesar de que Dios no promete riquezas a aquellos que lo sigan, nos da lo que necesitamos si ponemos Su reino, Sus intereses y Sus principios en primer lugar en nuestras vidas (Mateo 6: 31-33). El poner nuestra vista en las riquezas solo nos dejaría insatisfechos, porque aun cuando las obtengamos, siempre existe la tendencia de tener más; pero si ponemos Su obra o Su reino en primer lugar, Él satisfará nuestras necesidades más profundas (Salmo 37: 25).

Salomón recibió “corazón sabio y entendido” por parte de Dios, pero dependía de él aplicar ese entendimiento a todas las áreas de su vida. Fue sabio, muy sabio a la hora de gobernar a la nación, pero fue necio en sus asuntos domésticos y familiares. Aun cuando Salomón permaneció sabio toda su vida, no siempre actúo conforme a la voluntad de Dios (1 Reyes 11: 6). Lamentablemente, cuando descuidó alguno de los valores que Dios le ordenó, ciertos fallos enturbiaron su testimonio. Nuestra sabiduría, entendimiento, discernimiento tiene éxito cuando todo lo aplicamos a la luz de las Sagradas Escrituras.

Aparte de los errores, Salomón fue un gran sabio y no se puede dejar de notar esto al leer el libro de Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares. No tenemos todos sus miles de proverbios. Sin embargo, Jesucristo es mayor que Salomón. Es mayor en Su persona; es mayor en Su sabiduría; es mayor en Su riquezas en gloria, y es mayor en Su pureza: sin pecado. Por lo tanto, Cristo es mayor en Su poder y Su gloria, y un día reinará con nosotros por siempre sobre un reino más grande e inmortal que el de Salomón: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén”, Efesios 3:20-21.

E.D.A.