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Parecía tenerlo todo en la vida: riqueza, prestigio, salud y una familia feliz. Pero entonces, las desgracias empezaron a suceder una tras otra. Primero, de la noche a la mañana, perdió sus posesiones. Luego, una extraña tormenta acabó con la vida de todos sus hijos. Y poco después, contrajo una enfermedad debilitante que le dejó el cuerpo entero cubierto de llagas. Con esta descripción, es probable que usted ya sepa de quién se trata. Hablamos de Job.
“¡Quién me volviese como en los meses pasados, Como en los días en que Dios me guardaba, Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, A cuya luz yo caminaba en la oscuridad; Como fui en los días de mi juventud, Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda; Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente, Y mis hijos alrededor de mí”, Job 29:2-5, se lamentaba Job. ¿Quién, como Job, no añora el pasado cuando las desgracias lo afligen? El tuvo una vida feliz, aparentemente a salvo de las adversidades. Personas destacadas lo respetaban y buscaban sus consejos (Job 29: 2-5). Aunque era rico, no daba excesiva importancia al dinero (Job 31: 24-28). Ayudaba a las viudas y a los huérfanos siempre que podía (Job 29: 12-16). Y en todo momento le fue fiel a su esposa (Job 31: 1, 9, 11).
En realidad, Job llevaba una vida intachable porque adoraba a Dios (Job 1: 1, 8). Sin embargo y a pesar de su rectitud, las calamidades hicieron pedazos su confortable estilo de vida. Todo aquello por lo que había trabajado desapareció, y el dolor, la angustia y la frustración pusieron a prueba sus valores.
¿Cómo nos ayuda la terrible experiencia de Job a afrontar las adversidades? ¿Y cómo nos enseña su caso a mostrar empatía con quienes sufren? Hoy en día, la mayoría de los cristianos no tienen que soportar tantas dificultades como Job, pero todos sufrimos de una forma u otra. Muchos hacen frente a los problemas familiares. A otros los abruman las dificultades económicas o la mala salud. Y algunos incluso han muerto por diversas circunstancias. ¿Y quién de nosotros puede evitar los estragos del coronavirus, la falta de un empleo, la soledad, la vejez y la falta de dinero? El apóstol Pablo habló del sufrimiento que le producía un aguijón en la carne (2 Corintios 12: 7).
¿Cómo podemos hacer frente a nuestros problemas en la actualidad? Debemos verlos, principalmente, como oportunidades para demostrar que amamos al Señor y nos sometemos a Su voluntad pase lo que pase (Santiago 1: 2-4). Si comprendemos bien la importancia de ser leales a Dios, mantendremos el equilibrio espiritual sin importar cuál sea la causa de nuestra angustia. El apóstol Pedro escribió a los creyentes: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese”, 1 Pedro 4:12. Y Pablo explicó el por qué: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”, 2 Timoteo 3:12.
¿Qué lecciones aprendemos del caso de Job? Las desgracias, las enfermedades o las pruebas pudieran parecernos injustas, en especial si nos da la impresión de que a otras personas no les afectan (Salmo 73: 3-12). Sin embargo, nunca debemos permitir que los comentarios de otras personas o nuestra propia reflexión nos aparte de amar y servir a Dios. Nosotros nos encontramos en mejor posición que Job. ¡Cómo ayuda la Palabra de Dios a quienes atraviesan dificultades! Ella nos dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, Romanos 8:28.
Dios hace posible que “todas las cosas”, no sólo incidentes aislados, redunde en nuestro beneficio. Esto no significa que todo lo que nos pasa es agradable. Lo malo sigue prevaleciendo en nuestro mundo pecador, pero Dios es capaz de cambiar todas las circunstancias a nuestro favor.
E.D.A.
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