
Los milagros del Señor Jesús registrados por los cuatro evangelistas son treinta y cinco. Existen diferentes palabras para expresar el concepto de milagro. En el Nuevo Testamento se emplean tres palabras distintas para referirse a ello: maravilla que indica el asombro que produce en la gente; señal que indica una prueba de la cercanía de Dios y de su obra; y obras portentosas que indica cualquier poder divino, superior al orden de las fuerzas humanas.
Hay muchas clases de milagros, y si hay que hacer una clasificación lo hacemos de la siguiente manera:
1. La encarnación y nacimiento de Jesús (Lucas 1: 30-35).
2. De fertilidad (Juan 2: 1-12).
3. De sanidad o curación (Lucas 4: 18).
4. De destrucción (Mateo 21: 19).
5. De dominio sobre las fuerzas naturales (Mateo 8: 24-26).
6. De transformación total, como la resurrección de Lázaro (Juan 11: 44).
Cuanto más sabemos de los milagros del Señor, más precioso nos resulta confiar en Él. El evangelio según Lucas es donde encontramos más descripciones de milagros: un total de veinte. Lucas, por ser gentil y médico, nos presenta a Jesús obrando en todas clases de milagros, en todos los momentos decisivos e importantes de Su ministerio. Para el Señor, la puerta siempre abierta de los milagros era una de las más preciosas obras de humanidad y espiritualidad, de caridad y amor, de universalidad, porque para Jesús desaparecer las barreras humanas, fue sin distinción cultural y religiosa.
El Señor Jesús es maravilloso porque es cual bálsamo que mitiga el dolor del alma angustiada al saber que es misericordioso, de manera particular para los mortales que no encuentran consuelo ni piedad en este mundo. Lucas nos dice que Jesús de Nazaret vino a traer el verdadero reposo de Dios: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor”, Lucas 4:18-19.
Del Señor Jesús siempre podemos esperar lo mejor para nuestras vidas, el mejor favor de Dios, la mayor bendición del cielo. Pero el milagro mayor, tal vez el que más necesitamos hoy, sea este: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”, Mateo 11:28-30. Es importante suplir las necesidades físicas y económicas de nuestra vida, pero la prioridad es tenerlo a Él, contar con su ayuda y fortaleza en los momentos más álgidos de nuestros días.
Los cristianos debemos ser gobernados por Cristo, Él debe gobernar siempre en nuestra mente y corazón, sobre todo cuando enfrentamos tiempos de dificultad. No podemos explicar todos los acontecimientos que suceden en la actualidad, pero podemos descansar bajo el bendito yugo de Cristo que es la bendición más grande posible en este mundo. ¡No hay milagro como ese!
E.D.A.