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El profeta Elías, fue un hombre valiente, hombre de fe, con mucho celo porque el culto a Jehová fuese puro, no contaminado, con lo cual además de cumplir con la misión que el Señor le había encomendado, hacía honor al significado de su nombre, el cual es: Mi Dios es Jehová. Ejerció como profeta durante el reinado de Acab (874 – 853 a. d. C.), quien con su esposa Jezabel, había propiciado que la nación se desviase al culto idolátrico a Baal y Asera.
Aparece Elías en acción sin introducción previa, tocándole hacer del conocimiento de Acab que Israel no vería más lluvia, a menos que por las palabras del profeta, viniese la lluvia. Luego de una ausencia de tres años, retorna, estando la sequía en su máxima expresión; venía dispuesto a demostrar que sólo Jehová es el Dios verdadero y no Baal, evento de lo cual deja constancia el capítulo 18 del primer libro de Reyes.
Es así como vemos a Elías en el Monte Carmelo desafiando a los profetas de Baal, lo cual consideró necesario ya que el pueblo se había dejado llevar por la influencia de Jezabel, y estaban en una impropia mezcla de culto a Dios y prácticas idolátricas a Baal, llegando al extremo, que para ellos era lo mismo ofrecer sacrificio a Jehová o a Baal, y en el mismo altar. Es por ello que los amonesta diciéndoles: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él…” (1 Reyes 18.21).
Estaba ocurriendo lo que mucho tiempo después, en la época del Nuevo Testamento, hizo que Cristo mostrara inconformidad al declarar; “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Y el apóstol Pablo, al escribir a los Corintios, en el capítulo 6, versos 14 y 15 dice: “No os unáis en yugo desigual con los infieles; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?” En el mismo sentido escribe el apóstol Juan en su primera carta, capítulo 2, versículo 15: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo, si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”
El desafío planteado por Elías lucía desventajoso a los ojos humanos, él solo como profeta de Dios enfrentado a 450 profetas de Baal. El reto fue ofrecer un buey como sacrificio, pero advirtió: “…no pongáis fuego debajo…” (1 Reyes 18.25), ya que cada uno por su lado invocaría a su dios y el que respondiese por medio del fuego: “…ESE SEA DIOS…” (1 Reyes 18.24, énfasis añadido).
Los ruegos y esfuerzos de los de Baal fueron infructuosos, mientras que, llegado el turno de Elías, lo hizo clamando: “Respóndeme Jehová, respóndeme para que conozca ESTE PUEBLO, QUE TÚ, oh Jehová ERES EL DIOS, y que Tú vuelves a ti el corazón de ellos.” (1 Reyes 18.37, énfasis añadido), y dice el versículo 38: “ENTONCES CAYÓ FUEGO DE JEHOVÁ y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo y aun lamió el agua que estaba en la zanja” (énfasis añadido). ¡¡Dios había hecho la obra completa!!
Ante esa contundente demostración: “Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡JEHOVÁ ES EL DIOS, JEHOVÁ ES EL DIOS!” (1 Reyes 18.39, énfasis añadido)
Si en nuestra relación con el Señor hemos descuidado nuestra devoción a Él y no le hemos dado el primer lugar en nuestras vidas, habiendo incurrido en desidia espiritual, acudamos a Dios con contrición, humildad y confianza, Él siempre concede una segunda oportunidad, permitamos así que el fuego de Dios haga su obra completa en nosotros.
César Rodríguez Salazar
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