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En el Evangelio según San Lucas, capítulo 2, versos 10 y 11 leemos: “Pero el ángel les dijo: no temáis; porque he aquí os doy NUEVAS DE GRAN GOZO, que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (énfasis añadido). Había ocurrido el advenimiento del Mesías prometido, de cuya promesa hay muchas profecías plasmadas en el Antiguo Testamento.
El hecho estaba ocurriendo en la ciudad de Belén tal cual había sido predicho por el profeta Miqueas, “Pero tú, Belén efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). El gran profeta Isaías había hablado en la forma siguiente: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6 y 7).
El Evangelio según San Mateo cita varios pasajes del Antiguo Testamento y presenta a Jesús como el Mesías prometido, el Cristo, y esa era la Gran Noticia, motivo de regocijo, anunciada por el ángel a los pastores, “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos” (Mateo 2:1). Estaba predicho que el Mesías sería nacido en Belén, y proveniente de Egipto: “…he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: de Egipto llamé a mi Hijo” (Mateo 2:13-15) “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi Hijo” (Oseas 11:1).
Otra profecía declaraba que el Mesías nacería durante el reinado de un monarca no judío, en este caso Herodes, “No será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies, hasta que venga Silo” (Génesis 49:10). “Y cuando nació Jesús en Belén de Judea en días del rey Herodes” (Mateo 2:1). El Antiguo Testamento predice que el Mesías nacería de la línea de Isaí, “Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces” (Isaías 11:1). Y el Evangelio según San Lucas en el capítulo 3, los versos 23 y 32, declara lo siguiente: “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí… hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón”.
Desde el mismo siglo I de la era cristiana, ha habido personajes que han intentado presentarse como el Mesías prometido, pero ninguno de ellos pasa la prueba del cumplimiento en su persona de las profecías hechas en la antigüedad, narradas por las Sagradas Escrituras en el Antiguo Testamento, y el testimonio de su cumplimiento, que podemos leer en el Nuevo Testamento. En el presente escrito hemos revisado solo una muestra de las cincuenta y dos (52) profecías mesiánicas que se cumplieron en la persona de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
De modo que en esta época de intercambio de afectos y regalos, podemos celebrar con propiedad la NATIVIDAD, el nacimiento del Redentor de la humanidad, el don inefable de Dios a la humanidad, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
César Rodríguez Salazar
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