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Cuando el apóstol Pablo escribe a los hermanos de la iglesia en Roma, les dice entre otras cosas: “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias, pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come” (Romanos 14:20); con ello, enuncia un principio de ética cristiana que expresa: que la violación voluntaria de la conciencia, lleva en sí, la semilla de la destrucción; esto lo complementa en su primera carta a los hermanos en Corinto diciendo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene, todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Corintios 10:23).
Diderot, filósofo francés del siglo XVIII declaró: “Decir que el hombre es una mezcla de fuerza y debilidad, de luz y ceguera, de pequeñez y grandeza, no es hacer un proceso, es definirlo”. Con ese pronunciamiento nos da la idea de equilibrio y justicia, condiciones que deben marcar la actuación del ser humano, quien ha sido creado a imagen y semejanza de Dios: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobra la tierra.” (Génesis 1:26). “El Espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4), por lo tanto, el ser humano tiene un deber para con su Creador: debe reconocerlo, “Reconoced que Jehová es Dios, Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Salmo 100:3); “¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmo 8:4 y 5). Esto nos lleva a entender que el ser humano fue creado para estar en comunión con Dios (relación vertical), y en comunión con sus semejantes (relación horizontal), además, fue creado en el amor y para el amor. El ser humano es eminentemente gregario, por lo tanto deberá por necesidad, mantener relaciones interpersonales permanentemente.
Un cristiano es aquel que: se reconoce pecador y acepta a Cristo como su Señor y Salvador, y procura andar en integridad, ya que lo que uno es marca lo que hace, como bien lo expresa Job, cuando en el capítulo 31, hace un análisis o inventario de su vida personal, pública y espiritual.
Muchas cosas que son lícitas, no son convenientes; surge la pregunta: ¿Puede esto practicarse sin peligro para la conciencia de algún hermano? Cuando enfrentamos la duda en relación a un punto de deber, donde abstenernos es perfectamente lícito, y acceder a ella no es claramente permisible, lo sano es optar por el camino seguro, ya que hacer lo contrario sería incurrir en pecado, es por tanto un principio de ética cristiana que nos enseña cómo conducirnos en medio de las dificultades, tomando en consideración la libertad, el amor y la confianza cristiana.
Para concluir, he aquí dos magníficos consejos del apóstol Pablo, para adornar a la persona cristiana: “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo” (Colosenses 4:5); “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
César Rodríguez Salazar
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