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El miedo escénico es, quizá, nuestro gran enemigo en las tribulaciones; todo lo agranda, todo lo deforma. Por miedo, los exploradores que envió Moisés a Canaán todo lo vieron agigantado. El temor escénico, en el fondo, es falta de confianza en el poder y la bondad de Dios.
El Salmo 27 nos ofrece ayuda y valor para hoy y esperanza para el futuro: «Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado», vv.1, 3. Si usted quiere disipar lo tenebroso del temor en su vida, recuerde estos versículos del salmista. Tan animado y confortado estaba David que llegó a decir: «Si un batallón me amenaza, mi corazón no temblará». Para llegar a esa confianza se necesita lo siguiente: » Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza», Efesios 6:10.
En el versículo 8 del Salmo 27, el Señor le ordena a David a «buscad mi rostro». Esta es una señal de que Dios quiere ayudarnos. Todo parece indicar que David tenía la impresión de que Dios se le estaba escondiendo; por eso dice en el versículo 9: «No escondas tu rostro de mí». Sin embargo, sea como sea, Dios lo único que le dice a David es que persevere en buscar su ayuda.
Hay cristianos que quieren oír la voz de Dios de manera audible o física; pero Dios no sigue ni las instrucciones ni la lógica humana. El Señor Jesús, por ejemplo, no siguió las órdenes de Marta, la hermana de Lázaro, por cuanto ella pretendía presionar y convencer al Señor a través de sus convicciones religiosas. Jesús le indicó que debía creer y obedecer Su mensaje. No se puede pretender ver la ayuda de nuestro Dios a nuestra manera, indicándole cómo, cuándo y de qué manera. Esto dijo David: «Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará», Salmo 37:5.
El Señor le dijo a Tomás: «Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron», Juan 20:29. Algunas personas piensan que creerían en Jesús si vieran un milagro o una señal categórica. Pero Jesús dice que son dichosos los que creen sin ver. Tenemos todas las pruebas que necesitamos en la Palabra de Dios. Una aparición física o una voz audible no harían al Señor Jesús más real y eficaz de lo que ahora es. Dice la Escritura: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos», Hebreos 13:8. A pesar de que las iglesias cristianas y siervos del Señor tienen mucho que ofrecer, debemos fijar nuestros ojos en Cristo, nuestro guía y ayudador supremo. A diferencia de los líderes religiosos, Él nunca cambia. En un mundo cambiante como el nuestro podemos y debemos confiar en el Señor.
E.D.A.
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