La hora de la fe | #481


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La vida es como una rueda y es Dios quien la hace girar a la velocidad que quiere (Eclesiastés 3:1-3). Nuestra vida no la controla ni la suerte ni la casualidad, el horóscopo o el zodíaco, las cartas o los astrólogos; Dios la controla. Es Él quien arregla, permite y ordena los pasos del ser humano, no los días ni el tiempo.

El libro de Eclesiastés trata acerca de lo vacío, fútil, hueco, nada y desencanto de la vida. Esta es la existencia que muchos experimentan. Luchan por encontrar la buena vida, llena de posesiones, poder y placer y al final, hallan una vida vacía y sin significado. Tal desilusión termina en desesperación.

Sin embargo, el centro del mensaje de Eclesiastés es: «El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala», Eclesiastés 12:13,14.

Salomón hace un análisis retrospectivo de su vida, mucha de la cual la vivió lejos de Dios. No obstante, Salomón confirma el valor del conocimiento y temor de Dios. Hizo un enfoque muy sincero de la vida. Todas sus declaraciones acerca de la vanidad de la vida están en los capítulos 1 al 3 y 12.

Lo más importante en la vida es comprometerse a honrar a Dios: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento», Eclesiastés 12:1. Una vida sin honrar y obedecer a Dios produce una personalidad amargada, solitaria y sin esperanza. Una vida centrada en Dios es plenitud de gozo; hace que los tiempos difíciles no se conviertan en impedimentos para amarlo y servirle.

Existen opiniones interminables acerca de la vida y filosofías acerca de la forma en la que debemos vivir. No es malo estudiar, gozar de la vida, alimentarnos, planear para el futuro verdadera felicidad; sin embargo, debemos buscar el propósito y el significado de la vida según los planes de Dios. Resulta muy extraño que la gente se pase la vida entera poniendo a Dios en sus labios, pero su corazón esté muy lejos de Él. Dios juzgará la calidad de vida de toda persona.

La vida es tan breve y a la vez tan importante, que no debemos ignorar lo dicho por el hermano del Señor Jesús: «¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos: cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si es Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello», Santiago 4:13-15.

Los creyentes en Cristo sabemos cómo debemos vivir en este mundo. El ser humano no es solo cerebro, tiene inmortalidad. Después de esta vida sigue viviendo y la misma debe estar escondida en Cristo (Colosenses 3:1-4).

E.D.A.

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