La hora de la fe | #542


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Se llama «carácter» al modo permanente de comportarse una persona. Si un comportamiento frecuente es amable, agradable y digno de respeto y de aprecio, se dice que tiene un «buen carácter». Por el contrario, si el modo de comportarse de alguien es repulsivo, antipático, indebido e invita al desprecio, se dice que tiene un «mal carácter».

En la vida de relación es importante ir adquiriendo un buen carácter y esforzarse continuamente por no ser jamás una persona de mal carácter. La frase del apóstol Pablo: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?», Hechos 9:6, transformó su vida y mejoró su carácter.

Un sabio decía: «Persona de carácter es: la que tiene un alto ideal bien definido y trabaja constantemente por obtenerlo. Que no se desanima por las dificultades, pues sabe que no hay barreras que no se logren derrumbar y superar si hay constancia y fuerza de voluntad. La personalidad cuando sobresale entre la multitud se llama «carácter». No obstante, la persona de buen carácter, honesta, sincera, veraz, valiente, (Josué 1:1-9), tiene muchos enemigos y pocos amigos.

Nuestro buen carácter es el resultado de nuestra relación con Cristo. Lo dicho por nuestro Señor Jesucristo: «Sin mí, nada podéis hacer», Juan 15:5, debe tomarse muy en cuenta. Actuar de conformidad con esta afirmación divina, produce un buen carácter.

No todas las personas están destinadas a ocupar grandes puestos de trabajo ni a deslumbrar con gran conocimiento académico, sin embargo todos estamos llamados por la Biblia a obtener un buen carácter y una verdadera personalidad. En la antigüedad hubo un personaje que se propuso ser alguien y llegó a ser uno de los autores bíblicos más influyente de su época y también sus cartas son leídas con regocijo y provecho en el día de hoy. Se llamaba Pedro (siglo I). Él llegó a decir: «Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo», 2 Pedro 3:18. Esto significa adquirir un buen carácter.

Es admirable el número de cosas imposibles que las personas de buen carácter logran hacer posible. Jamás debemos afirmar «es inútil tratar de llegar a tener un buen carácter o una buena personalidad». Es verdad que nosotros solos no lo lograremos, pero con la ayuda del Señor, como en el caso de los apóstoles Pablo y Pedro, si lo podremos conseguir. La oración sincera a Dios será nuestra gran arma y la escalera para subir muy alto.

Es verdad, para obtener un buen carácter y una agradable personalidad es algo que exige valor, disciplina y sobre todo consagración al Señor. Por eso, los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11, son ejemplos que permitieron ser transformados por Dios. Por consiguiente, los que triunfan en esta vida son los que se dejan llevar por lo dicho por el apóstol Pedro en su segunda carta, versículos 5 al 10 (léalo, por favor).

E.D.A.

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