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No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
JUAN 14.18 (RV60)
He aquí Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos.
MATEO 28.20B (BTX)
Acompañados en la soledad. ¡Qué contraste! ¿Cómo puede ser que en la soledad una persona esté acompañada? Para nosotros los cristianos esta es una realidad totalmente comprobable.
Cuando aceptamos al Señor Jesucristo como nuestro único y suficiente salvador, inmediatamente somos “sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1.13). Y el Señor Jesucristo, en Juan 14.17 dijo que “el Espíritu de verdad… mora con vosotros y estará en vosotros”. Es esta realidad lo que sustenta la frase acompañado en la soledad.
Y en los momentos cuando surgen situaciones de aislamiento, resguardo en casa, la soledad aparece en nuestras vidas sin invitación. Sin embargo, la presencia del Espíritu Santo en nosotros produce consuelo, paz, tranquilidad y compañía.
Jesús dijo: “El que recibe al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Juan 13.20). Haber recibido a Jesús es recibir su paz, como dice Juan 14.27ª “Paz os dejo, mi paz os doy” (BTX), y es aceptar su palabra cuando dijo que nosotros los creyentes debemos tener paz en él, porque también afirmó que en el mundo tendremos aflicción, pero que confiemos porque él ha vencido al mundo.
La soledad es una forma de aflicción. Dado que Jesús mora en la vida del nosotros los creyentes, entonces, en la soledad estamos acompañados, acompañados por Jesucristo.
En la circunstancia actual que está viviendo el mundo, donde la casi totalidad de la población debe estar confinada dentro de sus casas, como medida para evitar el contagio con el Covid-19, múltiples emociones y sentimientos negativos surgen, y uno de ellos es la soledad, en particular, si la persona vive sola.
Soledad, según la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE LA LENGUA es la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía; pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo; lugar desierto, o tierra no habitada”. Para muchas personas, cristianos incluidos, esta pandemia del coronavirus ha obligado a una carencia involuntaria de compañía, que puede generar posiblemente un pesar y melancolía por la pérdida temporal de contacto con otros.
Los creyentes que viven solos pudieran llegar a sentir ese pesar y melancolía. Mas la certeza de la presencia del Señor en sus vidas proporciona la compañía perfecta en este momento de aislamiento forzado.
La lectura de la Palabra de Dios, la oración, el cantar himnos y coros a Dios, junto con las actividades de su vida son formas de percibir la compañía del Señor.
Este es un tiempo perfecto donde se puede profundizar más en las Sagradas Escrituras, disfrutar la lectura de los salmos, los evangelios, las epístolas. Un momento oportuno para buscar mayor intimidad con el Señor y vivir esta soledad acompañados por Dios.
Apropiémonos de esta palabra dicha por el Señor en Isaías 41.10 “No temas, que yo estoy contigo; No te angusties, que yo soy tu Dios: te fortalezco y te auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa” (BIBLIA DEL PEREGRINO, énfasis añadido).
Marjori González
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