La hora de la fe | #50


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La verdad que liberta es Cristo mismo. Pilato le preguntó: “¿Qué es la verdad?”, sin saber que quién estaba de pie delante de él, era la Verdad misma personificada. Por ser la Verdad, y a través de la verdad misma, Cristo es el eterno LIBERTADOR de la humanidad.

Cristo vino para eso, y ahora demuestra su derecho a tal posición y título, diciéndole a los judíos: “…que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8:31, 32, 35, 36.

El Señor Jesús no necesita admiradores, necesita seguidores libres de las ataduras del autoengaño que le impide ser la persona que Dios tuvo en mente al crearlo. Es la única fuerza de la emancipación del ser humano en su totalidad. Muchas cosas en la actualidad buscan la manera de esclavizarnos (posiblemente usted es víctima de alguna de ellas), pero el Señor Jesús quiere y puede liberarlo de ella. Quién lo acepta intelectualmente o religiosamente por tradición, pero no practica sus mandamientos (“…y sus mandamientos no son gravosos” 1 Juan 5:3), no es verdaderamente libre. Para Jesús, la libertad es el estilo de vida que Él comunica (Mateo, capítulos 5 al 7).

Es claro que el Señor Jesús está hablando acerca de la esclavitud y la libertad moral, ética y espiritual, no de la física o económica. Mucha gente rechaza a Jesús y a las iglesias cristocéntricas porque confunden lo físico y lo material con lo espiritual. La libertad espiritual es una experiencia de cambio mental (véase Mateo 22:37; Corintios 2:16; Efesios 4:23); el nacimiento humano, el país de origen, las culturas religiosas y/o tradicionales no tiene nada que ver con la libertad que ofrece el Señor Jesucristo.

Entonces, el Señor Jesús y la Biblia marcan una distinción entre los que son “libres” intelectualmente, económicamente, religiosamente y los que son “verdaderamente libres” espiritualmente. Los que son verdaderamente libres permanecen en Cristo, en la Palabra, no se apartan de Él, perseveran en las enseñanzas del Maestro, de los profetas y los apóstoles de las Escrituras.

En todo esto hay algo muy interesante y muy sugestivo. A veces, cuando se nos dice que lo que estamos haciendo no es correcto, o se nos advierte para que no lo hagamos, nuestra respuesta suele ser: “¿Es que no puedo hacer lo que me dé la gana con mi propia vida?” Pero la verdad es que si no está haciendo y viviendo como lo establece Dios, es un “esclavo” de sí mismo, de su propia mente y corazón, de sus deseos y pasiones. Ninguna persona que se desvincula del Señor y de su Evangelio se puede decir que es “verdaderamente libre”.

En un libro de citas morales y religiosas se encuentra este pensamiento: “La conciencia es una guía segura sólo cuando Cristo es el guía de la conciencia” Dentro del ser humano que no cuenta con Cristo como su verdadero libertador moral y espiritual, hay otra “persona” que está contra suya. La única libertad que merece este hombre es la de buscar la emancipación de Dios.

Donde hay libertad espiritual, no libertinaje cristiano, hay límites no permitidos por Dios. ¡Cuántos deslices morales, familiares, eclesiásticos, sociales, económicos, políticos y legales se cometen en nombre de Dios! El concepto que la Biblia tiene acerca de la libertad cristiana resulta paradójico a la mente humana, puesto que se obtiene únicamente siendo “esclavo” de Cristo. Dice el apóstol Pablo: “y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia…Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”, Romanos 6:18, 22.

El cristiano liberado del poder de la autosuficiencia y de influencias externas, acepta gustosamente el señorio del Señor Jesucristo (2 Pedro 1:1), está bajo la ley divina: la Palabra de Dios.

Así que, si el Hijo os Libertare, seréis verdaderamente libres”.

E.D.A.

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