Nuestra primera respuesta o reacción ante una dificultad usualmente es de sorpresa: “No puedo creer que esto está pasando”, o “¿cómo es posible que Dios permita tanta maldad y tanta injusticia?”, pero el Señor Jesucristo nos advirtió acerca de los tiempos más difíciles. Recordemos sus palabras: “…En el mundo tendréis aflicción…” Juan 16: 33. Y el apóstol Pedro dijo: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese”, 1 Pedro 4:12.
La vida es como un aula de clases. En ellas nos topamos con pruebas que para nada deben sorprendernos y exámenes periódicos de nuestra doctrina, nuestra fe, nuestra moral, nuestra perseverancia y nuestra esperanza. No podemos tener una vida sin pruebas, sin exámenes espirituales, sin disciplina cristiana. Nuestra naturaleza interior, la espiritual, se mide a través de nuestra fortaleza para soportar los “exámenes” que nos trae esta vida. No podemos ignorar que las tensiones y problemas forman parte de nuestro ambiente natural, social y espiritual y que muchos se oponen a los valores de Dios.
Sin embargo, y esto es lo más importante, Jesús nos motiva a recobrar el ánimo; lo mismo que Pedro y toda la Santa Palabra de Dios y tantos himnos preciosos de nuestro Himnario Bautista. Nuestra naturaleza interna-espiritual está hecha por el Señor para que el mundo no nos arrojé en una voltereta emocional o mental.
Entonces, ¿qué hacer cuando nos arrancan la alfombra que pisamos? ¿Murmurar? ¿Dudar del amor del Señor? Lo que debemos hacer es confiar en Dios y en Su Palabra para pasar el “examen” de las pruebas humanas y espirituales. Quizás sea este un momento para fortalecernos más y más “…en el Señor, y en el poder de su fuerza”, Efesios 6: 10. En la vida cristiana batallamos en contra de muchas fuerzas malignas, injustas, gobernadores de las tinieblas, fuerzas impuras y corruptas. Pero todo creyente en Cristo Jesús está seguro de la victoria por cuanto cuenta con el poder del Espíritu de Dios. “…Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”, Romanos 8: 31.
Podemos aprender mucho de Habacuc, un hombre que pasó la mayoría de su vida enfrentando todo tipo de adversarios, pero siempre identificándose con Dios y su pueblo. Sin embargo, al igual que el profeta, los creyentes a menudo nos sentimos enfadados y desalentados cuando vemos lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Habacuc se quejó vigorosamente por la corrupción que veía; sin embargo, volcó su corazón hacia Dios afirmando que aún en medio de la hambruna se regocijaría en el Señor. Primeramente Dios le respondió: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá”, Habacuc 2:3-4. Luego, la nota del “examen” final del profeta fue: “Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación”, Habacuc 3:17-18.
¿Qué tal? Saber esto nos da ánimo, confianza y esperanza en medio de un mundo confuso. No podemos ver todo lo que Dios hace ni todo lo que hará por su pueblo (1 Pedro 2: 9, 10), pero sí podemos estar seguros de que Él es Dios el Eterno y hará lo que es bueno para nosotros.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, Juan 16:33.
E.D.A.