La hora de la fe | #124


No hay en la doctrina cristiana algo tan grandioso como esto: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, Hebreos 13:8. Arranquemos a Jesucristo del corazón, y haremos un corazón de piedra. Que nadie diga “acepto que Jesús es el hijo de Dios” pero no acepta que es Dios. Como bien lo dijo el matemático, filósofo y escritor francés Blas Pascal: “Aparte de Cristo, no sabemos ni lo que es nuestra vida, ni lo que es la muerte, ni lo que es Dios, ni lo que somos nosotros mismos”. Y un renombrado caudillo francés se expresó del Señor de la siguiente manera: “Alejandro, César, Carlomagno y yo hemos fundado imperios, pero ¿en qué se basaban las creaciones de nuestro genio?; sobre la fuerza. Pero Jesucristo fundó su imperio sobre el amor y después de tantos siglos aún hay millones de hombres que morirían por Él”.

Doctrinas diversas y extrañas enseñan cosas contrarias acerca de Jesucristo. Atrevidos predicadores y maestros cristianos afirman que no hay verdad absoluta, que el humanismo, el socialismo y/o que el pragmatismo es el único criterio para juzgar la verdad de cualquier doctrina y práctica. A pesar de que muchos filósofos, escritores, líderes religiosos tienen mucho que ofrecer, algunos de ellos yerran acerca de quién es el ÚNICO camino, la ÚNICA verdad: JESUCRISTO.

Los cristianos debemos fijar nuestros ojos en Cristo, nuestro Guía supremo, la Verdad absoluta. ¡Él nunca cambia!; religiones y líderes en general sí cambian. ¡Jesucristo es siempre el mismo! porque Él es Dios. En un mundo cambiante, los creyentes podemos confiar en que nuestro Señor no cambia (2 Corintios 1: 20). Pablo alerta a los colosenses (capitulo 2) contra las filosofías humanas, recordándoles lo que Cristo ha hecho por ellos. El Evangelio derrumba todos los argumentos fabricados por el cerebro y todos los sistemas de origen religioso. El cristianismo está en Cristo, y Cristo está en el corazón de los suyos. Por favor, creyente, subraye esta gran verdad: ¡Cristo es suficiente para toda necesidad! Por consiguiente, ande en Cristo, crezca en Cristo, dese cuenta que no hay sustituto para Cristo y que en Él tenemos TODO lo que necesitamos (Filipenses 4: 13).

Una inscripción en la catedral de Lubec en Alemania, dice en referencia Jesucristo:

Me llamáis MAESTRO y no me obedecéis
Me llamáis LUZ y no me veis
Me llamáis VIDA y no me deseáis
Me llamáis SABIO y no me seguís
Me llamáis BUENO y no me amáis
Me llamáis RICO y no me pedís
Me llamáis ETERNO y no me buscáis
Me llamáis VIRTUOSO y no confiáis en mí
Me llamáis NOBLE y no me servís
Me llamáis PODEROSO y no me honráis
Me llamáis JUSTO y no me teméis
Si yo os condenó NO ME CULPÉIS

Jesucristo se hizo hombre, semejante a nosotros, para que nosotros pudiéramos ser hechos semejantes a como Él es. Así como las palabras revelan nuestra mente y corazón, Jesucristo revela a la humanidad la mente y corazón de Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”, Juan 1:1-4.

El Verbo de Dios nos trae gracia, verdad, perdón, salvación y vida eterna.

E.D.A.